martes, 5 de junio de 2012

Proclama Revolucionaria


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1943 – 4 de Junio -- 2012
 
«[…] para nosotros –y con mucha justicia y gran certeza- Perón es el rostro de Dios en la oscuridad, sobre todo en la oscuridad de este momento que atraviesa la humanidad.
Perón no sólo es esperanza para los argentinos. Perón ya no nos pertenece; Perón es bandera para todos los pueblos con sed de justicia, con sed de reivindicaciones y con sed de igualdad »
Eva Perón, Historia del Peronismo, Clase nº 2
 
 
Muy lejos de ser una simple asonada militar o un simple golpe de Estado, el pronunciamiento militar del 4 de junio de 1943 significa históricamente el inicio o el germen del proceso político, social, económico, cultural y religioso que irrumpió definitivamente el 17 de octubre de 1945 y que ha dividido en dos la historia de nuestra Patria, en un antes y un después. En otras palabras: si el peronismo constituye, en palabras de Eva Perón, “el cristianismo hecho política”, el 9 de junio de 1943 bien puede parangonarse con la natividad o encarnación de lo que después se configuró e instituyó como una doctrina profundamente humanista y profundamente cristiana, que tiene como objetivo final de su accionar la dignificación de los humildes de nuestra Patria y la redención y liberación de la Nación.
El Grupo Obra de Unificación (G.O.U.) que impulsó el proceso revolucionario tenía como objetivo de su organización “unir espiritualmente a todos los jefes y oficiales del Ejército”, para cohesionar a sus cuadros y lograr así “la unidad de acción, base de todo esfuerzo colectivo racional”.
De ninguna manera el G.O.U. era una logia, ni una secta, ni menos una cofradía secreta. Más bien fue un movimiento de unificación de ideas y de sentimientos, basado en la “renuncia a los bienes materiales a las ambiciones personales”, “la grandeza de la Patria y del Ejército” como inspiración permanente, “el sacrificio como ambición y la verdad como lema”, la “renuncia a la vida cómoda”, y la exaltación de “la acción y la lucha como fuentes de eterna vivificación de todo lo humano y lo divino”. En otras palabras, fue un movimiento nacido del idealismo y nutrido con el renunciamiento. En definitiva, se trataba de la conformación de una fuerza colectiva de aglutinación espiritual y de unificación de los soldados de la Patria, con la finalidad última de sostener y fortalecer la grandeza y la dignidad de la Patria.
Como se puede apreciar, animado de estos valores morales y espirituales, el movimiento revolucionario de 1943 no constituyó un golpe militar de palacio y una invasión de las esferas gubernamentales, sino el comienzo de la obra reparadora y dignificadora del pueblo y de la Nación Argentina. Por eso su proclama declara la defensa de los sagrados intereses de la Patria, la abnegación, la unidad y unión de los argentinos, el sostenimiento de las instituciones y las leyes, la soberanía real e integral de la Nación, el bien y la prosperidad de la Patria como principio inspirador de la actuación pública.
En última instancia, el 4 de junio de 1943 constituye la gestación y el nacimiento de la gesta restauradora de la soberanía nacional y popular que tendrá su expresión señera y culminante en la gesta popular del 17 de octubre de 1945.
 
En estos momentos difíciles y dramáticos de nuestra historia, luego de más de tres décadas de deterioro y decadencia política, económica, cultural y espiritual que nos ha puesto al borde de la disolución nacional, rendir homenaje al 4 de junio de 1943 significa en realidad recuperar y recrear el espíritu patriótico, humanista, popular y cristiano que hizo de la Nación Argentina un ejemplo para el mundo. Significa recuperar el sentido trascendente y dignificador de una auténtica gesta revolucionaria, que hoy los argentinos de bien estamos llamados a actualizar y continuar. En definitiva, significa volver a encarar el espíritu revolucionario del Coronel Perón y de sus compañeros de armas y hacernos cargo del destino y la felicidad de nuestros compatriotas y hermanos, teniendo siempre presente en cada momento de nuestra vida que nuestro objetivo último no es ganar elecciones ni buscar soluciones para los dirigentes, sino vivir al servicio de una causa que es la razón de nuestra existencia.
 
Proclama revolucionaria
La revolución del 4 de junio de 1943

Al Pueblo de la República Argentina:
Las Fuerzas Armadas de la Nación, fieles y celosas guardianas del honor y tradiciones de la Patria como así mismo del bienestar, los derechos y libertades del pueblo argentino, han venido observando silenciosa pero muy atentamente las actividades y el desempeño de las autoridades superiores de la nación.
Ha sido ingrata y dolorosa la comprobación. Se han defraudado las esperanzas de los argentinos, adoptando como sistema la venalidad, el fraude, el peculado y la corrupción. Se ha llevado al pueblo al escepticismo y a la postración moral, desvinculándose de la cosa pública, explotada en beneficio de siniestros personajes movidos por la más vil de las pasiones.
Dichas fuerzas, conscientes de la responsabilidad que asumen ante la historia y ante su  pueblo -cuyo clamor ha llegado hasta los cuarteles- deciden  cumplir con el deber de esta hora: que les impone salir en defensa de los sagrados intereses de la Patria.
La defensa de tales intereses impondrá la abnegación de muchos, porque no hay gloria sin sacrificio.
Propugnamos la honradez administrativa, la unión de todos los argentinos, el castigo de los culpables y la restitución al Estado de todos los bienes mal habidos.
Sostenemos nuestras instituciones y nuestras leyes, persuadidos de que no son ellas, sino los hombres quienes han delinquido en su aplicación.
Anhelamos firmemente la unidad del pueblo argentino, porque el Ejército de la Patria, que es el pueblo mismo, luchará por la solución de sus problemas y la restitución de derechos y garantías conculcadas.
Lucharemos por mantener una real e integral soberanía de la Nación; por cumplir firmemente el mandato imperativo de su tradición histórica; por hacer efectiva una absoluta, verdadera y leal unión y colaboración americana y cumplimiento de los pactos y compromisos internacionales.
 
Declaramos que cada uno de los militares, llevados por las circunstancias a la función pública,  se compromete bajo su honor:
A trabajar honrada e incansablemente en defensa del honor del bienestar, de la libertad, de los derechos y de los intereses de los argentinos.
A renunciar a todo pago o emolumento que no sea el que por su jerarquía o grado le corresponde en el ejército.
A ser inflexibles en el desempeño de la función pública, asegurando la equidad y la justicia de los procedimientos.
A reprimir de la manera más enérgica, entregando a la justicia, no sólo al que cometa un acto doloso en perjuicio del Estado, sino también a todo el que, directa o indirectamente, se preste a ello”.
A aceptar la carga pública con desinterés y obrar en ella sólo inspirados en el bien y la prosperidad de la Patria.
 

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