“Esto no es peronismo, estúpido”
Llama
poderosamente la atención que en nombre del progresismo se pretenda
descalificar al peronismo en forma absoluta, como supuesta “encarnación” de
todos los males que aquejan a la vida política nacional. Una de las últimas
expresiones condenatorias es el libro publicado por Fernando Iglesias, Es el peronismo, estúpido. Cuándo, cómo y
por qué se jodió la Argentina. Aunque pretende ser una
mirada progresista crítica con visión de futuro, este tipo de expresiones
resulta ser en esencia una concepción política que coincide en forma absoluta
con la política antiperonista liberal de la Revolución Libertadora,
es decir, el “izquierdista liberal” Fernando Iglesias coincide en forma
absoluta con Isaac Rojas, Pedro Aramburu, Videla Balaguer, etc. Peor aún,
en el fondo este libro resulta ser la
versión siglo XXI del “pensamiento” antiperonista del famoso ex embajador
estadounidense Spruille Braden y de su engendro político, la Unión Democrática. En el fondo, con este tipo de visión y expresión,
Fernando Iglesias termina justificando los golpes pro-británicos e
imperialistas de 1955 y 1976.
Como nadie del
campo “nacional y popular”, oficialista u opositor, ha salido a responder a
esta paradigmática expresión de barbarie ilustrada que representa el filoso
polemista, desde estas humildes líneas queremos responder a las injuriosas
expresiones del autor de este libelo, frutos de la ignorancia y del
resentimiento político, típico del pensamiento formado en autores e ideas
extrañas a nuestra realidad nacional. Reconoce que le resulta imposible definir
al peronismo (“es imposible identificar en él cualquier tipo de esencia”), pero
pretende reconocerle “algunas características que lo hace único e
inconfundible”, para lo cual recurre a conceptos extraños y ajenos a lo que pretende
definir –populismo, autoritarismo, fascismo, etc.-, surgidos en otros ámbitos y
realidades políticos. Por ejemplo, ¿ignora este intelectual progresista que populismo es un concepto “creado” por
intelectuales marxistas rusos y por intelectuales yanquis para identificar
respectivamente a la organización de campesinos y de granjeros, contraria a la
organización gremial proletaria urbana? ¿También ignora que el fascismo fue una
experiencia típicamente italiana, basada en la tradición republicana romana y
en la recuperación de su grandeza imperial? Como desconoce la historia
argentina, y en especial la situación en vísperas de la aparición del
peronismo, el señor Iglesias sostiene infundadamente que “para el general Perón
el modelo a seguir era el del fascismo italiano”. Evidentemente, este señor
desconoce que el fascismo se fundamentaba en la tradición milenaria de la Roma italiana y tenía como
meta forjar la grandeza del Estado y la expansión imperial, mientras que el
peronismo tiene como sustento doctrinal ideológico la tradición filosófica
humanista, cristiana y popular de la Argentina, y que su meta era y es forjar la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, concibiendo al
Estado como el instrumento que permite hacer posibles esos objetivos. Para el
fascismo, el individuo sólo alcanza su plenitud como miembro del Estado; para
el peronismo, el individuo sólo alcanza su plenitud como pueblo libre,
organizado, mientras que el Estado debe proteger esa libertad del pueblo
organizado.
Fernando Iglesias en el Movimiento Federalista Mundial David Rockefeller Spruille Braden
La
Argentina pre-peronista. El señor Iglesias hace gala de una ignorancia
histórica suprema, ya que desconoce totalmente la realidad económica, social,
política y cultural que padecía la comunidad argentina antes del surgimiento
del peronismo. Según su interpretación, la Argentina era un país serio que el peronismo vino
a degradar. Bien podría el señor Iglesias informarse con autores como Norberto
Galasso, Raúl Scalabrini Ortiz, Fermín Chávez, Jorge Abelardo Ramos, José María
Rosa. Ignora que hasta 1943 la
Argentina cumplía el rol de “granero del mundo”, para
alimentar a la economía británica; que las inversiones dependían de capitales
ingleses y se enfocaban en las áreas de transporte, servicios y finanzas; que
los gobernantes se elegían fundamentalmente en la Cámara de Comercio
argentino-británica, y por lo general eran abogados vinculados a empresas británicas
radicadas en el país; que en 1933 la Argentina había firmado un infame Tratado con
Gran Bretaña (Roca-Runciman), en la que el país se aseguraba el mercado inglés
para la exportación de carnes, pero concedía la creación del Banco Central dominado
por la banca inglesa (1935) y la concesión del transporte público en la ciudad
de Buenos Aires. Ignora que la política era dominada por la oligarquía
agro-ganadera liberal y asociada al imperialismo inglés, bajo el régimen de una
democracia restrictiva, sustentada en el llamado “fraude patriótico”. Ignora lo
que reconocen los mismos historiadores antiperonistas: que desde 1852 y hasta
1943 dominó y manejó la
Argentina una alianza entretejida entre el sector ganadero
bonaerense, la burguesía mercantil porteña y las finanzas inglesas (H. S. Ferns, La Argentina, Editorial Sudamericana,
Buenos Aires 1972).
Ignora el señor
Iglesias que hacia 1937 el 95% de las personas que trabajaba en el campo no era
propietaria; que gran parte de las ganancias obtenidas por los dueños de las
tierras no eran reinvertidas en la producción, sino que se despilfarraba en
gastos suntuarios; mientras el intermediario (por ejemplo, Bunge y Born)
acopiaba granos y los exportaba, fijaba el precio final de la producción, según
los valores internacionales, además de ser dueño de gran parte de toda la
cadena de comercialización (almacenes, empresas de ultramar, transporte
ferroviario, etc.). Desconoce que el proceso económico agropecuario se
motorizaba en gran parte con empréstitos externos.
En síntesis: FI
desconoce que antes del peronismo el país, en materia económica, padecía una
fuerte presencia del capital extranjero (mayoritariamente inglés), estaba
exteriormente endeudado, necesitaba contar siempre con superávit en la balanza
comercial para poder girar fondos al exterior, carecía de políticas comerciales,
y los pagos y giros al exterior excedían en un 30% a lo obtenido por las
exportaciones. Además, carecía de una política social adecuada que estableciera
una justa distribución del ingreso, y los saldos de la balanza comercial se
obtenían sobre la baja del consumo de la clase obrera, la cual sufría en mayor
medida el ajuste económico.
Algunas
realizaciones históricas del peronismo.
El señor Iglesias desconoce que la obra revolucionaria
del peronismo le quitó al poder financiero internacional, fundamentalmente
británico y angloamericano, el control y manejo de los recursos económicos del
país, ya que nacionalizó el Banco Central y los depósitos bancarios, rescató la
deuda pública externa, nacionalizó los ferrocarriles, los sistemas de
telecomunicaciones, la industria del gas, gran parte de la producción de
energía eléctrica, la actividad aseguradora, e instituyó el control estatal del
comercio exportador de cereales y carnes (eliminando el oligopolio del comercio
exterior en manos privadas extranjeras). Además, fundó empresas estatales de
aeronavegación, de navegación de ultramar y de cabotaje, estableció una industria
aeronáutica propiedad del Estado, etc. (H. S. Ferns, La Argentina,
Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1972). Desconoce e ignora también que en
1947 Perón repatrió la totalidad de la
deuda externa que tenía el país, y que mantuvo a la Argentina país fuera de
las garras del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, sin contraer
deuda externa en lo más mínimo.
En concreto, el autor de
este texto panfletario nada dice sobre el rediseñó del Estado y la
planificación gubernamental a través de la elaboración de Planes Quinquenales.
No está enterado que el rescate de la deuda externa y la nacionalización de
empresas públicas benefició a la economía nacional, porque disminuyó el giro de
remesas al exterior (del 30% de las exportaciones al 5% de las mismas), y que el
gobierno ejecutó políticas económicas y sociales sin depender de las finanzas
foráneas (método de los gobiernos anteriores). Tampoco dice nada sobre la impronta
industrial del gobierno peronista, en cuanto aprobó el Plan Siderúrgico
Nacional, creó la Dirección
de Industrias, el Banco de Crédito Industrial, la empresa Industrias
Aeronáuticas y Mecánicas del Estado, la planta siderúrgica de San Nicolás y los
Altos Hornos de Zapla. Nada dice sobre los inicios de la investigación de la
energía nuclear a través de la Comisión
Nacional de Energía Atómica. Y que en 1943 había 65.803
establecimientos fabriles, que en 1948 habían aumentado a 104.000 y en 1955 la
cifra se había elevado a 181.773 establecimientos.
Evidentemente, no sabe el
señor Iglesias que la industrialización de signo nacional ofrecía la posibilidad
de romper el ciclo agroexportador que para subsistir dependía de los precios
internacionales y del financiamiento externo. Desconoce en forma absoluta la
importante función que cumplió el Instituto Argentino para la Promoción del
Intercambio (IAPI), que interactuaba entre los productores nacionales y los
compradores extranjeros, en particular en las exportaciones de cereales, carnes
y cueros, neutralizando el poder concentrador dominante de las empresas
multinacionales en perjuicio de los productores; que defendían la eventual
caída de precios internacionales de nuestros productos en la época de la
pos-guerra; que abarataba los precios importados, al concentrar el poder de
compra en una sola mano; que cuando los precios internacionales bajaban
subsidiaban al productor por encima de ese precio. Tampoco parece estar
enterado que este organismo otorgaba fondos a las reparticiones públicas para
compra de bienes de capital; que intervino en la compra de los ferrocarriles y
de buques para la marina mercante; que financió a varias provincias para la
compra de camiones, tractores y para la realización de obras viales; que
encargó a astilleros holandeses e ingleses la fabricación de buques de
pasajeros y de carga refrigerada.
Respecto a la situación
social, entre otras cosas ignora el señor Iglesias que el salario real industrial aumentó un 60% desde 1943 a 1955; un 400% la
fabricación de heladeras; un 163% la compra de aparatos de radio; un 269% el
turismo a Mar del Plata; un 368% la afiliación al sistema previsional (de 481.837 a 2.256.580 personas).
Tampoco sabe que el porcentaje de los créditos otorgados a la industria en
relación con el total pasó del 34% en 1944 al 56% en 1949; que se otorgó a los
trabajadores el sueldo anual complementario (aguinaldo) y se implantó el sueldo
mínimo; que se sancionó el Estatuto del Peón, la Ley de Despido (que preveía el preaviso y la
indemnización) e instituyó las vacaciones pagas, dando vigor extraordinario al
turismo en lugares y zonas donde sólo podían concurrir los ricos.
Causa gracia que este señor
llame demagogia y populismo al hecho que en la
distribución del ingreso interno neto la política peronista aplicada
lograra que la remuneración de los trabajadores pasara del 45,20% en 1946 al
55% en 1955, al mismo tiempo que los ingresos de propietarios, profesionales y
empresarios pasara del 54,80% en 1946 al 45% en 1955. También causa gracia que
ignore que desde el año 1943 hasta el año 1946 la Argentina tuvo un saldo
positivo en su balanza de pagos: m$n 3.646 millones; desde 1947 a 1949 un saldo negativo
de m$n 2.818 millones; en 1950 un saldo positivo de m$n 693 millones; de 1951 a 1952 un saldo
negativo de m$n 2.449 millones, y de 1953 a 1954 un saldo positivo de m$n 2.122
millones. Esto significó un saldo positivo en la balanza de pagos, desde 1943 a 1954, de m$n 1.194
millones. También ignora que la balanza de pagos a 1954, según datos del Banco
Central, era de m$n 696,70 millones a favor del país (con Austria,
Checoslovaquia, Chile, Dinamarca, Finlandia, Israel, Hungría, Japón, Noruega,
Países Bajos, Paraguay, Polonia, Reino Unido, Suecia, Unión Soviética y
Yugoslavia) y de m$n 765,40 millones en contra (Alemania, Brasil, Ecuador,
Francia, Italia, Rumania), con un saldo negativo de m$n 68,70 millones.
Desconoce que, en el plano
educativo, el gobierno peronista eliminó el arancel universitario y edificó más
de 1000 escuelas, hasta el año 1950 (Ana Jaramillo, El peronismo y la
educación, Universidad Nacional de Lanús, 2011). Que en el plano de la
salud disminuyó la cifra de 23.000 enfermos palúdicos agudos (en 1938) a 500
(en 1949); que promovió la fabricación nacional de penicilina, insumo básico
que se importaba en su totalidad; que incrementó los servicios de salud con sus
respectivos establecimientos, pasando de un total de 66 mil camas hospitalarias
en 1946, a
114.600 camas en 1951 y a 134 mil en 1954 (Daniel Alberto Chiarenza, Santiago
del Estero – Belém do Pará, Una vida, un destino… Ramón Carrillo, Edición
del autor, Burzaco, 2010, pp. 184, 196 y 204). Ignora que en el plano de la
maquinaria industrial agrícola, de 109 establecimientos con 8.000 personas
ocupadas en 1951 se pasó a 276 establecimientos con 18.000 personas ocupadas en
1955, con una producción que representaba en 1955 seis veces el promedio de los
años 1937-1939. Que en el plano de la producción de electrodomésticos, de
14.319 heladeras fabricadas en 1941 se llegó a 83.600 fabricadas en 1953, de
4.774 calefones fabricados en 1941
a 33.686 en 1953, de 84.900 planchas en 1941 a 224.619 en 1953, de
15301 ventiladores fabricados en 1941
a 269.539 en 1953 (Claudio Belini, La industria
peronista, Edhasa, Buenos Aires 2009, pp. 108 y 138). Que en el ámbito de
la vivienda, desde 1948 hasta 1954 se construyeron 26 millones de m2; que se
construyeron grandes barrios obreros (Crisoldini, Barrio Obrero Berazategui,
Modelo, Ciudad Evita, Los Perales, etc.); que de 10.000 casas construidas en 20
años por la Comisión
Nacional de Casas Baratas se pasó a 70.000 viviendas por año
en el gobierno peronista (Horacio Gaggero-Alicia Gorro, Del trabajo a la
casa. La política de vivienda del gobierno peronista 1946-1955, Biblos,
Buenos Aires 1996). Nada dice que en el ámbito cultural aumentaron anualmente
los estrenos de cine nacional: 23 películas en 1945, 32 en 1946, 38 en 1947, 42
en 1948 y 47 en 1949 (Clara Kriger, Cine y peronismo, Siglo XXI, Buenos
Aires 2009, pp. 50-51).
Las categorías hermenéuticas híbridas que utiliza el señor Iglesias
le impiden aceptar que el peronismo modernizó las relaciones sociales, promovió
los derechos de la mujer (básicamente con la sanción del voto femenino),
fortaleció las organizaciones sindicales, hizo realidad las conquistas
laborales sancionadas legislativamente pero que no tenían ninguna vigencia,
además de promover conquistas nuevas (vacaciones pagas, sueldo anual complementario,
convenios colectivos de trabajo, creación de las comisiones y delegados de
fábricas, inembargabilidad del salario, etc.). Nada dice que dinamizó la
economía, generando el pleno empleo y elevando los salarios reales; tampoco
dice nada respecto a la redistribución de los ingresos lograda a favor de los
trabajadores, la creación de los tribunales de trabajo y el funcionamiento de
las delegaciones de la
Secretaría de Trabajo y Previsión en el interior del país, la
institucionalización de los sindicatos (mediante la Ley de Asociaciones Profesionales).
Tampoco entiende
el profundo significado político, económico y soberano de la nacionalización de
los ferrocarriles en manos de empresarios británicos y franceses, tan
magistralmente resaltado por Raúl Scalabrini Ortiz. Ninguna referencia hace
tampoco a la nacionalización de las telecomunicaciones, en manos de la
norteamericana International Telegraph and Telephon (ITT), y la creación de la
estatal ENTEL. Lo mismo le pasa con la nacionalización del servicio de gas y la
creación de Gas del Estado, con la posterior provisión domiciliaria del gas, y
con la promoción del Plan Siderúrgico Nacional y la creación de SOMISA.
Desconoce absolutamente la importancia de la nacionalización de la actividad
aseguradora. Nada dice de los esfuerzos por lograr la integración económica con
los países hermanos de Sudamérica y la unión de los trabajadores
latinoamericanos.
Lamentablemente,
el señor Iglesias no tiene la más pálida idea de lo que significó
históricamente la decisión de Perón de mantener a la Argentina fuera de la
influencia del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, conservando
así la independencia económica y financiera, indispensables para forjar la
independencia económica nacional y consolidar el desarrollo integral del país.
Minusvalora los intercambios comerciales entablados por el gobierno peronista
con los países de Europa, no sólo Inglaterra, con Estados Unidos y los países socialistas
europeos, dando muestras de una política exterior independiente de las garras
diplomáticas y financieras británicas.
Este crítico del
peronismo, eximio en ignorancia, desconoce el deterioro y retroceso económico,
en perjuicio del pueblo argentino y para beneficio de los pequeños pero poderosos
grupos de poder, que produjo el golpe de Estado de 1955: el retorno a la
política dependiente colonialista, a favor de Inglaterra, gracias a lo cual
este país pagaba un 28% más barato las exportaciones argentinas de carne
(mientras los países europeos abonaban con un 11-15% de aumento). En este
contexto, las reservas del Banco Central volvieron a ser utilizadas para
financiar la compra de insumos al exterior, pero con la diferencia que el país
vendía barato lo que exportaba y compraba caro lo que importaba, razón por la
cual el comercio exterior comenzó a ser deficitario a partir de 1957.
No sabe este
señor que entre setiembre de 1955 y agosto de 1957 el costo de vida general
aumentó en Argentina un 50%, el salario del obrero industrial un 32%, el sueldo
del empleado público un 20% y los haberes jubilatorios un 12%. En el consumo
popular se reflejó visiblemente este deterioro: de 1955 a 1960, el consumo de
carne bajó de 92,3 kg.
a 68,2 kg.
por habitante; de 96 a
83 litros
de leche por habitante; de 56 a
23 unidades de huevos por habitante; de 63 a 41 kilos de papa por habitante. Los
ingresos por habitante, según datos de la CEPAL, de los m$n 3.568 en 1955 pasó a m$n 3.481
en 1956, a
m$n 3.477 en 1957, a
m$n 3.506 en 1958, a
m$n 3.367 en 1959 y a m$n 3.459 en 1960.
Tampoco sabe que,
respecto al esparcimiento público, en 1955 concurrieron 4.736.697 personas a ver partidos de fútbol
profesional en todo el país, mientras que en 1960 fueron 3.956.642 personas; en
1955 concurrieron 432.100 personas a ver peleas de box profesional en Capital
Federal, mientras que en 1960 fueron 296.000; en 1955 concurrieron 4.344.200
personas a teatros de la Capital Federal,
mientras que en 1960 fueron 2.988.000; en el rubro de cinematógrafos de la Capital Federal, en 1955 concurrieron
64.658.000 de personas, y 54.985.800 en 1960.
Tampoco conoce los
datos de muestran el deterioro que presenta la producción agrícola, luego del
golpe de Estado de 1955. En 1954/55, la producción de trigo alcanzó las 7.690
mil toneladas, la avena las 890 mil toneladas, la cebada las 1.112 mil
toneladas, el centeno las 844 mil toneladas y el lino las 405 mil toneladas. En
1960/61, la producción de trigo disminuyó a las 4.000 mil toneladas, la avena a
las 820 mil toneladas, la cebada a las 790 mil toneladas, el centeno a las 530
mil toneladas, mientras que el lino subió a las 570 mil toneladas. En síntesis:
del total de 10.341 mil toneladas producidas en 1954/5, se pasó a un total de
6.710 mil toneladas. la producción en la década 1946-1955.
Tampoco valora
este personaje las grandes medidas transformadoras que implementó el gobierno
peronista en 1973-1976, como fue la nacionalización de los depósitos bancarios,
la nacionalización de las bocas de expendio de combustibles, el impulso dado a
la construcción de viviendas populares, el fortalecimiento de los salarios
reales, la implementación del Pacto Social (que le costara la vida al dirigente
sindical José Ignacio Rucci), la convocatoria a la unidad nacional y la
consulta impulsada con la mayoría de los partidos políticos, más allá de la
supremacía electoral comprobada en las elecciones de setiembre de 1973 (62,9%
del padrón electoral).
Bien le vendría
al señor Iglesias abandonar su erudita y profusa ignorancia, además de su
deformación intelectual, y recurrir a la lectura de la biografía de Perón
publicada por el historiador Norberto Galasso, para enterarse de la obra
revolucionaria y patriótica del peronismo y la tremenda importancia histórica
que tuvo en la vida de la Nación
(Norberto Galasso, Perón. Formación,
ascenso y caída, Ediciones Colihue, Buenos Aires 2005, 2 Tomos). También
podría abordar un texto más breve del abogado español Fernando Alonso Barahona,
Perón o el espíritu del pueblo,
Criterio Libros, Madrid 2003), para enterarse un poco de la obra revolucionaria
de Juan Domingo Perón.
El desvarío ideológico. En su kilométrico parloteo progresista, el señor
Iglesias desconoce que “el peronismo histórico fue el gran protagonista de la
recuperación de la memoria colectiva” y que “desarrolló un proyecto autónomo
integrador de la sociedad que se propuso también la integración geográfica”;
que “puso la moneda al servicio del desarrollo nacional, más allá de los
errores de instrumentación” (Carlos Leyba, Economía
y política en el tercer gobierno de Perón, Editorial Biblos, Buenos Aires
2010). Ignora también que el peronismo fue tránsito obligado hacia la
construcción de un mercado nacional, ampliado a través de la redistribución del
ingreso y abastecido mediante una nueva industria nacional, protegida e
impulsada por un Estado dinamizador. Desconoce el “intérprete” progresista que
la etapa del peronismo fue en esencia una etapa fundadora, ya que después de
Perón el país fue definitivamente otro.
Pero en base a no
sabemos qué formación intelectual, el señor Iglesias se permite hacer
descalificaciones personales de Juan Domingo Perón, en cuanto lo define como
“cínico”, como expresión del “nacionalismo populista autoritario argentino”,
como expresión de la “fracción populista del Partido Militar argentino”, como
“padre de la mafia justicialista” etc. Con este tipo de lenguaje y
calificativos, este confeso partidario de la socialdemocracia internacional se
muestra como verdadera reencarnación del
nefasto Spruille Braden. En contra de Perón, Iglesias rescata la figura
progresista de Fernando Henrique Cardoso, olvidando que el ex presidente
brasileño forma parte de la Fundación
Rockefeller y de Diálogo Interamericano, el dispositivo
progresista social-demócrata imperialista creado por David Rockefeller y Cyrus
Vance en octubre de 1982.
En realidad, esta
fobia antiperonista del señor Iglesias se nutre por su pertenencia al Movimiento Federalista Mundial, en
emprendimiento globalizador internacionalista, de origen suizo pero asentado en
Estados Unidos y Holanda, el cual constituye la matriz de la que se nutre su
ideología mundialista y contraria a la soberanía nacional de los pueblos y los
Estados. Esta organización fue creada inmediatamente después de la finalización
de la Segunda Guerra
mundial, en 1947 en la ciudad de Montreaux (Suiza), con la finalidad de
promover la “realización de la paz global y de la justicia a través del
desarrollo de instituciones democráticas y la aplicación de la ley internacional”, razón por la cual “trabaja asociada con
las Naciones Unidas, con gobiernos y otras instituciones internacionales y
regionales en todo el mundo” para promover “una misión de paz, prosperidad y
seguridad para todos”.
En
la Declaración
de Montreaux (documento fundacional) se explicita el carácter
mundialista-internacionalista del movimiento, acorde con el objeto de la
plutocracia financiera anglosajona de instituir un nuevo orden mundial: “nosotros, federalistas mundiales, estamos
convencidos que el establecimiento de un
gobierno federal mundial es el problema crucial de nuestro tiempo”. El
conflicto de fondo, para este mundialismo, es entre el federalismo y los
poderes políticos, porque “sólo el federalismo puede asegurar la supervivencia
del hombre”. En este contexto, estos
federalistas mundiales sostienen que “la humanidad puede liberarse a sí misma
de la guerra sólo a través de un gobierno
federal mundial”. En tal sentido, uno de sus principios fundamentales es la
de “limitar la soberanía nacional, y
transferir al gobierno federal mundial
los poderes legislativo, ejecutivo y judicial en relación con los asuntos
mundiales” (Principio n. 2). Otro de sus principios es la “creación de fuerzas armadas supra-nacionales capaces de garantizar la
seguridad del gobierno federal mundial y de sus Estados miembros” y el “desarme de las naciones miembros al nivel
de sus requerimientos políticos internos” (Principio n. 4). Una de las líneas de acción que se propone en
esta Declaración es la de “presionar
a gobiernos y asambleas legislativas para transformar la ONU en un gobierno federal
mundial, mediante el aumento de su autoridad y recursos”.
Entre las organizaciones que aportan fondos para el trabajo mundialista
anti-nacional de este movimiento se cuenta la Fundación Ford (clan Rockefeller y Departamento de
Estado norteamericano), la
John D. and Catherine T. MacArthur
Foundation, la Open Society Foundation (de George Soros), la Samuel Rubin Foundation, la Herman Goldman Foundation, la Unión Europea, el gran Ducado
de Luxemburgo, el Reino de Bélgica, el Reino de Dinamarca, el Reino de Holanda,
el Reino de Noruega, el Reino de Suecia, el gobierno de Nueva Zelanda, las
repúblicas de Austria y Finlandia, el principado de Liechtenstein y la Confederación Suiza.
Se entiende ahora el antiperonismo del señor Fernando Iglesias, en función
de su pertenencia a un movimiento mundialista que busca limitar las soberanías nacionales, en coincidencia con el objetivo
de la plutocracia financiera mundial de raíz anglosajona de instituir un nuevo orden mundial. Ataca la figura de
Perón y al peronismo porque constituyen justamente la expresión más acabada de
la nacionalidad argentina, contraria al imperialismo anglosajón que ha
perturbado la historia argentina y el desarrollo nacional hasta nuestros días.
También se entiende por qué el señor Fernando Iglesias exhala un profundo
sentimiento antiperonista: no sólo reencarna el espíritu fundacional
antiperonista de Spruille Braden, sino que expresa también una coincidencia absoluta con David Rockefeller
(“Perón les hizo muchísimo daño a los argentinos”, 12/10/2004) y con su
discípula Condolezza Rice,
funcionaria de Chevron Corp., miembro del Council on Foreing Relations y ex
secretaria de Estado en el gobierno de Bill Clinton (“Perón fue un populista
cuya demagogia no hizo bien a su país”, 12 de mayo de 2005).
En realidad, el señor Fernando Iglesias se muestra como un verdadero
experto en la ignorancia de la historia argentina y como fiel vocero de David
Rockefeller y el imperialismo financiero-industrial anglosajón que este representa.
Por eso se le puede recomendar a este neo-Braden nacido accidentalmente en
Argentina que agarre los libros que no muerden,
estudie y se instruya, porque confunde y pone al mismo nivel a Juan Domingo Perón
y al peronismo con las últimas expresiones de neo-peronismo pejotista y
kirchnerista, que han olvidado y exiliado históricamente a Perón, de quien se
creen superiores y superadores. Esperemos que el señor Fernando Iglesias se dé
cuenta que “esto no es el peronismo,
estúpido”.
José Arturo Quarracino Juan
Carlos Vacarezza
Sub-coordinador general Coordinador general
[Publicado
en el semanario Política del Sur, n. 467, 6 de octubre de
2015]