miércoles, 25 de mayo de 2016

No hay que tomar el nombre de Perón en vano


 
 
Una de los instrumentos que permiten tener desunida o enfrentada a una comunidad humana es la manipulación del lenguaje, mediante la cual se da por sobreentendido el significado de una palabra (sin aclararlo) o se le atribuye un sentido totalmente diferente al de su acepción original.
En el ámbito de la política, el uso de este recurso se ha tornado demasiado común o habitual para provocar una confusión o mezcolanza terminológicas que impiden una correcta conceptualización y comprensión de la realidad mentada por una palabra, contribuyendo así a la confusión colectiva y a la deformación histórica.
Ejemplo evidente de esta técnica manipuladora y mendaz es el uso abusivo del nombre de Perón y del calificativo de “peronismo”, por parte de gran parte del periodismo a un conjunto de acciones y organizaciones políticas que en esencia no tienen nada que ver con el vigente líder justicialista y la política que llevó a cabo desde 1943 hasta el final de sus días. No tienen casi nada o nada que ver con Perón y su legado político, aunque se hayan apropiado de la estructura política partidaria o se autotitulen “justicialistas”.
En la historia política argentina, Juan Domingo Perón constituyó la bisagra que dividió en dos la historia patria, en un antes y un después. Él fue quien hizo efectiva y real la soberanía política sancionada en 1816, con la independencia económica concreta que implementó en sus tres períodos de gobierno, independencia consagrada formalmente en 1947 y que le permitió a la Argentina institucionalizar una verdadera justicia social. Hasta un historiador inglés, liberal y antiperonista, como Henry Stanley Ferns reconoció que la obra de gobierno de Perón fue unarevolución que no sólo le arrancó a Gran Bretaña el dominio y control de la economía argentina, sino que además forjó una estructura económica y social imposible de disolver, excepto a través de una guerra civil devastadora (cf. La Argentina, pp. 247-248).
Si bien a través del nefasto Proceso de 1976 el poder financiero internacional (el verdadero poder plutocrático y ultraminoritario que domina el mundo) pudo derribar la obra de gobierno peronista, le fue imposible destruir su espíritu nacional, popular, humanista y cristiano. Es por eso que para neutralizar e impedir el renacimiento de este espíritu nacional, a partir de 1983, con el retorno de una “democracia” más formal que real (ya que hasta el día de hoy nunca cuestionó ni amenazó en lo más mínimo la matriz económico-financiera especulativa implementada por el imperialismo internacional del dinero) este poder se ocupó de prohijar y promover una dirigencia política partidista domesticada y aggiornada, asidua concurrente al Consejo de las Américas y al Diálogo Interamericano (clan Rockefeller), cedente de nuestras riquezas naturales a empresas multinacionales anglomericanas y asiáticas, respetuosa de la fraudulenta deuda externa contraída por los gobiernos dictatoriales militares post 1955 y endeudadora constante de nuestra economía. Que se constituyan en autoridades del PJ personajes que actúan como delegado de empresas mineras extranjeras o como “empresarios” sin actividades económicas conocidas, acompañados por una camada de dirigentes enriquecidos durante su larguísima actuación pública, constituye la coronación de la decadencia y degradación de una dirigencia “pejotista” que hace gala de un lenguaje y de un mensaje desprovisto de contenido revolucionario. Para poder obrar de este modo, esta dirigencia “pejotista”, a imagen y semejanza de la contrarrevolución de 1955, ha enviado de nuevo a Perón al exilio, esta vez histórico.
Es a todas luces patente que existe un abismo profundo, infranqueable e insalvable entre una dirigencia política millonaria -enriquecida a través de su paso en la función pública- y las personas de Juan Domingo Perón y Eva María Duarte, quienes ejercieron sus cargos y militaron en forma austera y sencilla, sin apropiarse de fondos públicos ni desarrollar ningún tipo de negocios ni negociados, para llegar al final de sus vidas con un mínimo patrimonio material. No sólo en lo doctrinal, sino también en su conducta pública y privada Perón y Eva se encuentran a distancia infinita de quienes han hecho del justicialismo una franquicia para hacer negocios o lo han convertido en un sarcófago de fetiches y recuerdos muertos.
Alguna vez el periodista Jorge Fernández Díaz habló en un artículo del kirchnerismo como “forma sutil del antiperonismo”. Ampliando el concepto a otras experiencias políticas posteriores a Perón, sería recomendable que los periodistas y comentaristas políticos sean honestos con la realidad y dejen de equiparar a Perón con las acciones pejotistas de las últimas décadas, que han resultado ser más bien expresión de la antiperonización del peronismo. Es un error histórico y político mayúsculo, además de carente de veracidad, otorgarle el calificativo de “peronismo” a prácticas y estilos políticos partidistas que no tienen nada que ver con la doctrina ni con el legado estratégico de Juan Domingo Perón.
 
 
José Arturo Quarracino                    Juan Carlos Vacarezza
Sub-coordinador general                       Coordinador General
MOVIMIENTO “PRIMERO LA PATRIA”
 
 
[Publicado en Política del Sur, 11 de mayo de 2016, Año 10 No. 492]