Perón y el 25 de mayo de 1810
El 25 de mayo de 1810 constituye una fecha emblemática en la historia argentina. Llamativamente, es reivindicada tanto por la historiografía liberal como por la historiografía federal-revisionista, como punto de partida de nuestra Patria (por un lado la línea Mayo-Rivadavia-Caseros, por otro lado la línea Mayo-San Martín-Rosas-Yrigoyen-Perón).
En varias oportunidades el general Juan Domingo Perón se identificó con la segunda línea mencionada. En una de sus exposiciones-interpretaciones más logradas de la historia argentina, el General sostiene que los acontecimientos de mayo de 1810 presentan un doble carácter: la asunción del poder político por parte de la comunidad criolla en Buenos Aires frente a la invasión napoleónica en España y el derrocamiento del monarca español, y la promoción de la política de libre comercio impulsada por los comerciantes ingleses y el gobierno británico. Esto último es lo que provoca y atiza el largo conflicto histórico-político entre Buenos Aires (dueña del puerto) y las provincias argentinas (Juan Domingo Perón, Breve historia de la problemática argentina (compilado por Eugenio P. Rom), Editorial Claridad S. A., Buenos Aires 1989). En esencia, este conflicto se caracteriza por la subordinación de la vida política y economía argentinas a la política imperialista inglesa (política de Buenos Aires) o por el crecimiento y desarrollo autónomo de la Nación argentina.
Lamentablemente, nada de esto vimos en los festejos oficiales de Mayo. Si hubo bandas musicales, recitales, luces psicodélicas y fuegos artificiales, pero la reflexión y conmemoración histórica brilló por su ausencia. En última instancia, política e históricamente hablando, sólo hubo un festejo autorrefencial al extremo, una trillada exaltación marital, como si la historia argentina hubiera comenzado en el 2003.
Respecto a esto, vale la pena recordar que el padre Hernán Benítez, famoso sacerdote confesor de Eva Perón, ante la profusión de burócratas y obsecuentes que comenzaba a sufrir el gobierno peronista en su segunda etapa, hacia los años 1952-53, le advirtió a Perón que el uso excesivo y a mansalva de su nombre iba a resultar contraproducente en el futuro, ya que “cuando todo suena a Perón”, en realidad “¡el que suena es Perón!” (Testimonio de Hernán Benítez, en Norberto Galasso, Yo fui el confesor de Eva Perón. Conversaciones con el padre Hernán Benítez, Homo Sapiens Ediciones, Rosario 1999, p. 68).
Consciente de ese problema, en su discurso inaugural de las sesiones del Congreso Nacional el 1 de mayo de 1954, Perón plantea tras ocho años de gobierno, la necesidad de ir desplazando su personalismo –que se había impuesto históricamente no por egoísmo ni egolatría ni megalomanía, sino por su responsabilidad al servicio de una causa- para irsustituyéndolo por el personalismo del pueblo argentino, a través de su organización comunitaria con las organizaciones libres del pueblo, de las cuales la organización sindical es uno de sus pilares fundamentales.
En menos de diez años de gobierno Perón quería despersonalizar la revolución social y política que había llevado a cabo, porque no se sentía la reencarnación de Napoleón ni el mejor gobernante de la historia, sino que se concebía como soldado al servicio de una causa, más aún como “un hombre humilde al servicio de una causa demasiado grande para mí”. En este contexto, Perón demostró históricamente que gobernar no consiste en mandar con látigo y chequera, ni ser obedecido ciegamente por obsecuentes ni tomar decisiones en un cenáculo minúsculo tripartito, sino que sólo se puede gobernar conduciendo con el pueblo organizado libremente, lo cual es algo totalmente diferente a ejercer la dictadura del liberalismo y el libertinaje de la dictadura.
En este sentido, las cualidades fundamentales que debe tener quien gobierna realmente es la humildad para hacerse perdonar por los demás lo que no hace por ellos, y su desprendimiento para no verse nunca tentado a trabajar para sí. Es por este motivo que Perón “murió con lo puesto”, sin un patrimonio multimillonario. En última instancia, mostró y demostró que en la acción política “no es la soberbia la que domina, sino la humildad la que gobierna” (Juan Domingo Perón, Discurso en la CGT, Buenos Aires, 30 de julio de 1973).
José Arturo Quarracino Juan Carlos Vacarezza
30 de mayo de 2015