PERONISMO, HUMANISMO Y CRISTIANISMO


Introducción y Primera Parte
 
Hoy en día, nuestra querida Argentina está viviendo un momento histórico más que complicado, no sólo por las circunstancias políticas y económicas que se están desarrollando a nivel mundial, sino por un proceso de deterioro y degradación a todo nivel, que comenzó en marzo de 1976 y que se ha desenvuelto en forma incesante e indetenible desde entonces. Han pasado más de 80 años, y sin embargo tienen absoluta vigencia y actualidad las palabras con las que la FORJA yrigoyenista comenzó su extraordinaria militancia política-intelectual: “somos una Argentina colonial: queremos ser una Argentina libre”.
A pesar de la obra revolucionaria y liberadora de Juan Domingo Perón y del Justicialismo, hemos vuelto a ser una Argentina colonizada por el imperialismo financiero mundial, con el agravante que en esta restauración contrarrevolucionaria ha sido destruido no sólo el ser humano en su esencia más noble, sino también el Estado y las instituciones que deben tener como misión fundamental promover el bien común de toda la comunidad, pero que se han convertido en una fuente inagotable de enriquecimiento de unos pocos.
Una cosa ha sido Perón y el Justicialismo libertador, y otra cosa ha sido el “pejotismo” post-peronista que por acción u omisión, con buenas o malas intenciones, ha sido impotente para impedir que el uso del nombre de Perón sirviera de franquicia para hacer negocios personales.
Hoy resulta casi una misión imposible poder definir qué es el Justicialismo y cuál es el legado político, ideológico y espiritual que sigue en pie. En los malos momentos algunos dirigentes han echado mano de los nombres de Perón y Evita, y de algunas frases conocidas, para salvarse del fracaso, pero con ello sólo han logrado denigrar la sacralidad del ideario justicialista y han prostituido la imagen de Perón, convirtiéndolo en un promotor y protector de rapiñadores del Estado.
Cualquier cosa se ha definido como “peronista”, y hoy ese “peronismo” se ha convertido cualquier cosa. En este proceso de decadencia, casi nadie sabe hoy qué es el Peronismo cuál es su legado que debe ser actualizado.
Estas reflexiones que presentamos a continuación quieren servir de humilde aporte a la reconstrucción del Movimiento Nacional Justicialista y de su espíritu revolucionario, llamado a liberar a la Argentina de toda dominación extranjera y a reconstruirla en base a una concepción humanista y cristiana que haga grande y digna a la Nación, a ejemplo de otros pueblos y naciones de mundo.
 
Históricamente hablando, el justicialismo no sólo ha constituido un movimiento político, sino que además ha significado un aporte original y novedoso a la cultura política de la civilización occidental.
La novedad que ha aportado el peronismo a la cultura política ha sido el carácter esencialmente humanista y cristiano de su ideario y de su praxis, carácter que fue explicitado en una de las 20 Verdades Peronistas (compendio y síntesis de la Doctrina), la “Verdad N. 14”, en la que se afirma que el justicialismo es “una nueva filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista”.
Sin menospreciar las restantes cualidades, esenciales y fundamentales para definir el peronismo, en este trabajo nos hemos limitado a destacar y analizar las que se refieren a su carácter humanista y cristiano, por la vigencia que mantienen hoy en día desde el punto de vista teórico doctrinal e ideológico, frente a la conformación de un nuevo ordenamiento del mundo y a la nueva configuración del Poder efectivizada por quienes se consideran los dueños o amos del Universo, que proponen un “nuevo” modelo de hombre o de ser humano, modelo que no es sino la versión original moderna, pero “aggiornada”, del burgués moderno, como individuo pleno en sí, como yo puro sin comunidad y sin realidad trascendente que lo contenga, atraiga y oriente.
¿Por qué es importante rescatar y actualizar esta concepción humanista y cristiana del Peronismo? Porque ella no ha perdido vigencia y porque es una formidable respuesta al carácter deshumanizador e inhumano de la política globalizadora impulsada e impuesta por el Imperialismo Internacional del Dinero, que para someter a los pueblos “necesita” degradar a la persona humana, no sólo para quitarle toda capacidad de resistencia y reacción ante el despojo y la injusticia social, sino también para impulsar “con rostro humano” el control de la natalidad a escala planetaria, matando anualmente millones de niños en el vientre materno, imponiendo de facto la pena de muerte y el genocidio.
Para afrontar y enfrentar este proceso de recolonización y de sometimiento imperialista de todos los pueblos y naciones del mundo, para beneficio de una ultra-minoría plutocrática y parasitaria, se torna necesario en nuestro país recuperar el concepto de Comunidad Organizada, en el que se materializa ese carácter humanista y cristiano del peronismo y que constituye el punto de partida de su accionar, como idea-motriz originaria, y a la vez constituye su punto de llegada, como meta u objetivo.
En otras palabras, la Comunidad Organizada es el ideal fundante del peronismo y su razón de ser, mientras que lo vital, lo práctico, lo simple, lo popular, lo cristiano y lo humanista de él son las cualidades esenciales, el contenido concreto de ese concepto abarcativo e integral.
 
1. LA IDEOLOGÍA PERONISTA: LA COMUNIDAD ORGANIZADA

Tal como el mismo Perón afirma, el movimiento político nacional por él creado tiene como sustento teórico de su accionar unaideología, la doctrina y las formas de ejecución.
La ideología está conformada por principios filosóficos que constituyen su fundamento último, permanente e invariable; la doctrina está constituida por el enunciado de grandes orientaciones que emanan de aquélla y que son acordes a la época en que son formuladas, y lasformas de ejecución constituyen los enunciados que hacen posible la realización de esos grandes principios teóricos ideológicos y doctrinales.
En este sentido, la ideología o “filosofía primera” contiene las verdades básicas fundamentales sobre las que se asienta la concepción política, verdades que son atemporales, inmutables e invariables. Son las verdades que proporcionan el punto de partida y el sentido último, el por qué y el para qué, el horizonte conceptual sobre el cual se despliega la acción política, basada en la argumentación doctrinal, su teoría y sus formas de ejecución. La verdad como horizonte vital de la existencia humana, el carácter religioso sustancial del ser humano, la persona humana, la norma moral y ética como guía en la vida, el amor, la libertad, espíritu y materia, cuerpo y alma como “cosmos” del hombre, la felicidad, el hombre como ser social, la comunidad, son esos principios y fundamentos atemporales que constituyen la base de la doctrina política. La Comunidad Organizada es el concepto-síntesis y englobante de esos grandes principios fundamentales.
Esos primeros principios y fundamentos del peronismo están contenidos en La Comunidad Organizadaque es el discurso que leyó Perón en el Acto de Clausura del Primer Congreso Nacional de Filosofía (celebrado en los meses de marzo-abril de 1949 en la ciudad de Mendoza), para exponer la “idea sintética de base filosófica” de la doctrina que ha animado las realizaciones del justicialismo[1].
Desde ese momento la Comunidad Organizada se convirtió en el  texto básico en el que está contenida y expresada la ideología peronista.
¿Cuál es la concepción medular del pensamiento filosófico justicialista, es decir, el núcleo ideológico que lo caracteriza? Fundamentalmente, que el hombre es principio y fin de la comunidad organizada[2], en el sentido que, en todos los órdenes de la vida, la dignidad del ser humano, como individuo, está por encima de los bienes materiales[3], razón por la cual ninguna organización comunitaria ni ningún aparato estatal deben avasallar su libertad y dignidad personales, como si fuesen una máquina fría.
Pero el hombre como individuo no debe ser entendido en forma individualista, como en esencia extraño o ajeno a toda organización social o comunitaria. En la concepción peronista, el hombre como individuo es a la vez ser social por naturaleza, sin que ello signifique la pérdida de su individualidad sino, al contrario, su posibilidad de plenitud: «el tránsito del yo al nosotros no se opera meteóricamente como un exterminio de las individualidades, sino como una reafirmación de éstas en su función colectiva»[4]. Es decir, la afirmación del individuo es lo que posibilita la afirmación de la comunidad como tal: «lo que caracteriza a las comunidades sanas y vigorosas es el grado de sus individualidades y el sentido con que se disponen a engendrar en lo colectivo», porque «una comunidad saludable formada por el ascenso de las individualidades conscientes posee hondas razones de supervivencia»[5].
En este sentido, la comunidad no es una colectividad “mecanizada” que diluye la conciencia individual en una estructura que la persona siente como ajena. Es decir, lo comunitario o colectivo protege y asegura la personalidad individual, no es un colectivismo que asfixie la personalidad individual: “Nosotros somos colectivistas, pero la base de ese colectivismo es de signo individualista, y su raíz es una suprema fe en el tesoro que el hombre, por el hecho de existir, representa”[6].
Dicho de otra manera: esta concepción de la persona como individuo no significa predicar el individualismo deshumanizado como modo de vida que transforme al hombre en un lobo para sus semejantes, sino como persona integrada a la comunidad, a la que siente como propia, porque ella “defiende auténticamente los más altos intereses del espíritu humano”[7]. Es decir, el individuo sólo puede ser un Yopleno, perfecto y acabado, sólo en tanto la Comunidad se desarrolla en plenitud por el aporte de los individuos que la componen e integran, porque «sólo en el dilatado marco de la convivencia puede producirse la personalidad libre, y no en el aislamiento»[8]. En este sentido, la afirmación o exaltación del “sujeto” colectivo –la comunidad- no depende de su afirmación excluyente sino del hecho que el individuo que la integra y forma parte de ella alcance un grado de realización que justifica y es la razón de ser de esa dimensión colectiva, fundamental para que el individuo pueda ser plenamente él mismo. 
Significa entonces que existe una armonía básica entre el individuo y la comunidad, forjada a través del amor como vínculo fundante de esa unidad armónica entre el Yo y el Nosotros. Esa armonía básica es la condición que permite postular la idea de comunidad organizada,la cual se configura como tal mediante tres sujetos: un Gobierno que concibe y planifica centralizadamente, un Estado que ejecuta en forma descentralizada y el Pueblo organizado libremente a través de distintas instituciones, colaborando y cooperando con aquellos dos[9].
La felicidad del Pueblo –realización plena de los individuos- y la Grandeza de la Nación –realización plena de la Comunidad- son las dos banderas que expresan políticamente el fundamento filosófico de la Comunidad Organizada como unidad esencial e insoslayable del individuo-pueblo y la comunidad, ya que sólo en la comunidad el individuo humano puede ser hombre en plenitud: sólo en una Nación grande y libre el pueblo puede ser feliz. Sin esa unidad esencial, ambos sujetos se diluyen y disuelven, se frustran en su realización.
 
En síntesis: la “Comunidad Organizada” se define como la integración y desarrollo armónico de la comunidad y el ser humano individual, para la realización plena de ambos.
En este marco, el individuo humano es pensado por el justicialismo como unidad de alma y cuerpo, realidad espiritual y realidad material: es espíritu-alma corporalizado o cuerpo espiritualizado, en el cual el espíritu tiene la primacía sobre la materia. A su vez, la norma moral gobierna su vida espiritual.
Pero por otro lado el individuo humano es “pueblo”, en tanto existe individualmente pero viviendo inevitablemente en comunidad, para vivir una existencia plena. En este sentido, la existencia del individuo alcanza su plenitud cuando vive en armonía con la comunidad, es decir, cuando sus derechos y obligaciones se armonizan e integran con los de la comunidad de la que forma parte.


[1] Juan Domingo Perón, La Comunidad Organizada, “Presentación”, en Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía, Tomo I, Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, Capítulo XVII, p. 131.
[2] Para esto y lo que sigue, cf. Juan Domingo Perón, Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, Segunda Parte, “El Modelo Argentino”.
[3] Juan Domingo Perón, Mensaje a la IV Conferencia de Países no alineados, Argelia, 7 de setiembre de 1973.
[4] Juan Domingo Perón, La Comunidad OrganizadaCapítulo XIII, p. 150.
[5] Juan Domingo Perón, Ibidem, Capítulo XVII, p. 159.
[6] Juan Domingo Perón, Ibidem, Capítulo XXII, p. 173.
[7] Juan Domingo Perón, Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, ibídem. En La Comunidad Organizada,Capítulo XVIII, pp. 160-161, Perón expresa esta integración individuo-comunidad con las siguientes palabras: «si hay algo que ilumine nuestros pensamientos, que haga perseverar en nuestra alma la alegría de vivir y de actuar, es nuestra fe en los valores individuales como base de redención y, al mismo tiempo, nuestra confianza de que no está lejano el día en que sea una persuasión vital el principio filosófico de que la plena realización del “yo”, el cumplimiento de sus fines más sustantivos, se halla en el bien general».
[8] Ibidem, Capítulo XIV, p. 152.
[9] Juan Domingo Perón, Política y Estrategia (No ataco, critico), “Una comunidad organizada”, 2da. Edición, Buenos Aires 1973, Editorial Pleamar, pp. 165-166.






Segunda Parte, Primera Sección
 
2. EL CARÁCTER HUMANISTA Y CRISTIANO DEL PERONISMO
 
Como hemos mostrado líneas arriba, Perón ha definido esta concepción filosófica-ideológica del justicialismo, armonizadora de la comunidad y del individuo, como “profundamente cristiana y profundamente humanista”.
¿Cuál es el significado concreto de esta definición?
Esta nueva filosofía peronista fue propuesta por Perón a mediados del siglo XX como un modelo inédito y diferente a los dos modelos políticos vigentes en ese momento, con su correspondiente concepción antropológica: el liberal-burgués y el marxista. Por un lado, la ideología liberal-burguesa concibe al individuo como el ser que tiene la primacía absoluta frente al Estado, el cual es un artificio creado por consenso y mediante un pacto para proteger y defender los derechos del individuo. Por su parte, la ideología marxista concibe al individuo como un mero o simple engranaje del Estado, el cual tiene la primacía absoluta.
En el primer caso, el capitalismo demo-liberal es el marco o contexto en el que el hombre vive “como lobo para el hombre”, por cuanto visualiza a los otros hombres como enemigos. En el segundo caso, el capitalismo marxista de Estado es el que insectifica al individuo, al considerarlo un simple engranaje o elemento sin personalidad propia, ya que sólo tiene sentido y justificación existencial por la función que cumple en el Estado.
La Revolución Francesa (1789) y la Revolución Rusa (1917) son los dos procesos políticos que llevaron respectivamente a cabo ambos proyectos aparentemente antagónicos de organización social y política de la comunidad humana. Decimos aparentemente antagónicos, porque más allá de sus diferencias conceptuales, tienen una misma matriz ideológica básica, por cuanto expresan una cosmovisión despojada de toda perspectiva religiosa y formulan una visión antropológica carente de toda trascendencia espiritual. Ambas pretenden conformar una sociedad sin referencia a Dios y a la trascendencia espiritual del hombre, situando lo económico como fundamento y finalidad de la vida individual y colectiva.
La primera, como revolución de la burguesía contra el poder monárquico, se sustentó en el individuo y sus derechos como base, fin y sentido de la comunidad, ya que la organización de esta última fue concebida para asegurar el ejercicio individual de los derechos humanos, en particular el de la propiedad privada[1]. La segunda, por el contrario, concibió al Estado como fin y sentido último de la existencia humana, como realidad íntegra y total, y al ser humano como miembro o engranaje de esa conformación social y política.
Ante estas dos concepciones elaboradas en la época moderna, que hacen del Estado un artificio o instrumento al servicio del individuo o un monstruo que lo fagocita, el peronismo afirma históricamente una Tercera Posición filosófica, equidistante por igual de ambas enunciaciones, exaltando y realzando al individuo como persona, en el sentido que sólo puede realizarse plenamente en tanto contribuye a realizar la comunidad en la que está inserto e integrado, y a la comunidad realizándose en tanto posibilita y permite la realización plena de cada uno de sus miembros: “nuestra comunidad sólo puede realizarse en la medida en que se realice cada uno de los ciudadanos que la integran”[2]. Con ello, la filosofía peronista intenta restablecer el sentido de plenitud de la existencia humana, “afirmando la realización del yo en el nosotros”, pero de tal forma “que ese ‘nosotros’ se realice y perfeccione por el yo[3].
 
Frente a esta deshumanización liberal-totalitaria de las doctrinas políticas modernas, y para superar su carácter antihumano, estanueva filosofía de la vida afirma la primacía armónica del ser humano frente al Estado y su dignificación como objetivo de la acción política.
¿Sobre qué fuentes se basa y sustenta esta nueva filosofía? Sobre la tradición humanista y cristiana de la cultura occidental, configurada sobre cuatro aportes: la cultura griega, la cultura romana, la doctrina cristiana y la cultura hispánica. Las dos primeras aportan el contenido humanista, mientras que las dos últimas aportan el contenido religioso cristiano.
 
A. La Tradición Humanista
 
En sentido amplio, bien se puede afirmar que las diferentes expresiones culturales de las distintas civilizaciones que se han desarrollado a lo largo de la historia humana y que han configurado la tradición occidental, desde la Antigüedad hasta ahora, han sido esencialmente humanistas, en cuanto siempre han considerado al ser humano como un ser principal en el conjunto del mundo y del universo. Las antiguas culturas del Asia Menor y África –sumeria, acádica, babilónica, egipcia y hebreo-judía-, las antiguas culturas europeas -griega, romana, cristiana-, el islamismo, las culturas indígenas en nuestro continente, etc., sin excepción alguna han afirmado el carácter creatural-divino del ser humano y han reconocido siempre su realidad espiritual, que la distingue del resto de las creaturas.
Pero en sentido estricto e históricamente hablando, el Humanismo es la corriente cultural que se desarrolló a lo largo de tres siglos (XIV al XV), inicialmente en Italia, para difundirse luego por gran parte de Europa: Austria, Alemania, Holanda e Inglaterra[4], en los comienzos de la Edad Moderna. Este movimiento cultural formó parte del proceso cultural conocido como Renacimiento, el cual se propuso recuperar la herencia literaria, artística, pictórica, etc., de la Antigüedad no-cristiana, para superar la crisis intelectual, espiritual y doctrinal surgida a finales de la Edad Media, producto de la disolución de la unidad cristiana de la Europa medieval y de la debacle cultural en la que ésta se hundió a posteriori. Tanto la intención del Renacimiento como del Humanismo era conceptualizar y pensar las novedades teóricas y prácticas surgidas en la experiencia vital de las sociedades europeas modernas, en el proceso de instauración de los Estados modernos y del sistema capitalista.
El ámbito en el que se desplegó el Humanismo fue el de la educación y la literatura, no el de la teología ni tampoco el de la filosofía. Consistió básicamente en la recuperación y redescubrimiento de los escritores griegos y romanos como fuente de la enseñanza y formación del ser humano, con el fin de elaborar formas propias y nuevas de pensar y obrar, basadas en esa tradición greco-latina. En este sentido, el humanismo fue entendido inicialmente como “estudio de las letras humanas”, y se constituyó en la fuente y base de toda enseñanza, más allá de toda diferencia o creencia religiosas, porque se entendía que en esos textos antiguos se encontraba expresada la más alta escala del ser humano[5], como modelo que servía de punto de partida para volver a elevar la figura del hombre. Toda esta literatura apuntaba a exaltar al hombre y reafirmar su dignidad, recobrando la fe en la creatividad del hombre, en su capacidad de transformar el mundo y construir su propio destino.
Este Humanismo renacentista no sólo recuperó la autonomía espiritual de la cultura griega, sino que en la mayoría de sus pregoneros armonizó y concilió esa tradición greco-latina con el cristianismo.
 
En líneas generales, las culturas griega y la latino-romana, fusionadas, fueron inicialmente síntesis de las culturas caldeo-babilónica, persa y egipcia, transformadas y absorbidas por la primera de aquéllas, en su versión helenista[6]. 
A) La cultura griega antigua –desarrollada durante gran parte del primer milenio antes de Cristo- constituye el puente en el que se entrecruzan y fusionan las grandes expresiones religiosas, culturales, artísticas, literarias, sociales y científicas del mundo oriental con el aporte propio de la experiencia vital griega: la racionalidad. A través de ésta, como filosofía, la cultura griega recoge el legado de las civilizaciones anteriores o contemporáneas a ella, pero dándole fundamento o sustento lógico, conceptual e intelectual. El sentido del equilibrio, de la armonía y del mundo como un “cosmos”, junto con el sentido de la libertad de acción y creación en todos los ámbitos de la existencia, constituye el legado histórico de Grecia a la historia de la civilización.
BEl aporte romano a la historia cultural fue el sentido del Imperio, con la organización administrativa y el genio militar para su defensa; la institucionalización del Derecho como soporte de la vida social y el cultivo de la Lengua latina, que se propagó a los otros pueblos de Europa, asimilándolos cultural y lingüísticamente.
B.1. EDerecho Romano es uno de los aportes más importantes de la Roma antigua a la cultura universal. El Derecho Romano es el conjunto de leyes que imperaba para la sociedad, y se dividía en Derecho Civil (regulaba las relaciones entre los romanos) y el Derecho de gentes (regulaba las relaciones de Roma con los pueblos no romanos). Entre sus principios de valor universal, incorporados a la legislación de todos los pueblos civilizados, se destacan: 1. Las leyes deben ser públicas y escritas. 2. La ley debe proteger a la persona y sus bienes. 3. Las leyes deben considerar los derechos de las mujeres. 4. Una persona acusada debe ser considerada inocente mientras no sea probada su culpabilidad. 5. Personas de distinta posición económica y social pueden contraer legítimo matrimonio. 6. Todos los ciudadanos que forman el estado son iguales ante la ley.
Gracias al Derecho Romano se conservó en Occidente la idea de Estado, como entidad jurídica e institucional sobre una base territorial y poblacional distinta al patrimonio de los príncipes y reyes, y que no es divisible por herencia entre los herederos.
B.2. El legado deidioma romano (el latín) ha sido fundamental para el desarrollo de la civilización occidental, ya que es el idioma que ha dado origen a las modernas lenguas neolatinas: aragonés, castellano, catalán, dálmata, francés, italiano, portugués, rumano, etc.
B.3. La idea del Imperio legada por Roma es la de la materialización del poder público, del señorío ejercido por quien o quienes gobiernan un pueblo o un conjunto de pueblos bajo un mismo gobierno. Es la materialización de instituciones y administraciones que hacen posible el gobierno de una comunidad. Es la idea-fuerza que ha llevado a lo largo de la historia a varias naciones y personajes a imitar a Roma creando sus propios imperios: el imperio de Carlomagno, el Sacro Imperio Romano el Germánico de Otón I, el Imperio napoleónico, el Estado fascista de Benito Mussolini, los Imperios español, inglés, francés, alemán, ruso, estadounidense, etc.
B.4. Además, Roma fue el centro del cristianismo católico por espacio de 2000 años, al asentarse en ella la institución del Papado. Del Imperio Romano la Iglesia asimiló estructuras administrativas (por ejemplo, las diócesis), tradiciones (por ejemplo, el uso del latín, el vestuario sacerdotal) y el concepto de gobierno jerárquico, centrado en el Vaticano, etc.
 


[1] Constitución de 1791, Artículo 2: “El fin de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión”. La misma idea del Estado o del gobierno al servicio del individuo está explicitado en la Constitución de 1793, en su Artículo 1: “El gobierno ha sido instituido para garantizar al hombre el goce de sus derechos naturales e imprescriptibles”, detallados en el Artículo citado, y reiterados en el texto constitucional de 1793, también en el Artículo 2, junto con el derecho a la igualdad.
[2] Juan Domingo Perón, Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, Segunda Parte, p. 45.
[3] Juan Domingo Perón, La Comunidad Organizada, Capítulo XXII, p. 174.
[4] Las ideas que se exponen a continuación están tomadas en gran parte de Christopher Dawson, “Christianity and the Humanist Tradition”, publicado en The Dublin Review, en el invierno de 1952, y de Hugo Friedrich, Humanismo occidental, Editorial Sur, Buenos Aires 1973, pp. 7-24.
[5] La Antigüedad es concebida como “recuerdo productivo”, porque no es imitada o copiada sino que es tomada como fuente-base que hace posible la expresión creativa nueva.  
Juan Domingo Perón,
Discurso pronunciado el 14 de noviembre de 1947 en el acto de homenaje tributado por las Universidades Argentinas, al otorgársele el título de Doctor “Honoris Causa” por su obra a favor de la cultura nacional. El Helenismo es la etapa de la historia griega en la que se produjo la expansión imperial impulsada por Alejandro de Macedonia (Alejandro Magno), en la segunda mitad del siglo IV a.C., desde la actual Grecia hacia el Asia, hasta llegar a la India.



Segunda Parte, Segunda Sección
 
2. EL CARÁCTER HUMANISTA Y CRISTIANO DEL PERONISMO
 
B. La Tradición Cristiana
El legado del cristianismo que recoge el peronismo en su ideología, en su doctrina y en sus formas de ejecución proviene de dos fuentes: del cristianismo-católico, del que recoge su formulación doctrinal, y de la España cristiana moderna, de la que recoge su sustrato cultural.
 
A. Ante todo, el peronismo reconoce que lo religioso constituye el fundamento y base de toda vida moral, individual y colectiva, tal como lo han reconocido las grandes culturas antiguas y modernas: “la gobernación de los pueblos se ha de basar en normas de moral y que las normas de moral tienen su origen y fundamento en preceptos religiosos”[1]. Este principio y fundamento religioso de la vida comunitaria es explícitamente reconocido como fundamento ideológico: “de los elevados espacios, donde las razones últimas resplandecen, procede la norma moral que articula al cuerpo social y corrige sus desviaciones”[2]. Lo religioso no sólo es el punto de partida del obrar del hombre en el mundo sino también el horizonte en el que se enmarca e inserta la vida del hombre, porque el ser humano requiere de explicaciones últimas que le dan sentido a su existencia, en tanto lo hacen consciente de su inserción en un orden superior de la vida. 
En varias ocasiones el General Perón resaltó la esencia y la impronta cristiana del Peronismo, al definir a éste último como el cristianismo expresado políticamente: “el peronismo (….) es una manera real, efectiva y honrada de hacer el cristianismo”[3], porque es una “doctrina de justicia y de amor” inspirada en el Evangelio[4].
Es que el peronismo venera al Dios encarnado en Cristo y su ejemplo de amor infinito: “no sólo hemos visto en Cristo a un Dios, sino que también hemos admirado en Él a un hombre. (…) Amamos a Cristo no sólo porque Él es Dios. Lo amamos porque dejó sobre el mundo algo que será eterno: el amor entre los hombres”[5].
La aceptación de la grandeza de Dios constituye la reafirmación de la dignidad humana. A partir de la dignidad suprema del Todopoderoso, el cristianismo ha consagrado la igualdad innata entre los seres humanos, la condena a la esclavitud humana por oprobiosa, la emancipación de la mujer, la exaltación del alma humana por encima de la vida material, la afirmación de la libertad una posibilidad universal y, en definitiva, la dignificación del individuo humano y sus valores como ser vertical, eterno e imagen de Dios [6], es decir, la dignificación del hombre concebido como “hecho a imagen y semejanza de Dios, realizando su existencia como sujeto histórico que desempeña en el mundo una misión espiritual única entre los seres de la Creación”[7] .
Al venerar a Dios, el cristianismo también exalta la dimensión comunitaria de la vida humana, a través de la llamada Doctrina social de la Iglesia, porque pone en un plano de igualdad a la mujer y al varón en la institución familiar, otorga carácter sacramental al matrimonio, reafirma la dignidad individual, proclama el destino universal de los bienes (todos los bienes de la Creación pertenecen a todos por igual) pero reconociendo el  derecho a la propiedad privada, afirma el trabajo como expresión de la supremacía espiritual del hombre en tanto redime al individuo y sirve de base a la grandeza de los pueblos, reclama la justa distribución de la riqueza, etc.[8].
Es por ello que bien se puede afirmar que existe una “cabal coincidencia” entre la visión del hombre y del mundo y la concepción de la justicia social que pregona el peronismo y los principios esenciales de la Iglesia, al igual que su proyección moral y política, por cuanto cristianismo y peronismo “instauran una misma ética, fundamento de una moral común, y una idéntica prédica por la paz y el amor entre los hombres” [9]. Todo ello sustentado en una sólida fe superior, que impregna de sentido trascendente los logros humanos.
 
Desde el punto de vista filosófico, esta concepción humanista y cristiana del peronismo tiene una profunda vinculación con la doctrina pregonada por el filósofo francés Jacques Maritain, autor al que Perón leyó en su juventud. En la década de 1930 el mencionado pensador promovió una mayor apertura del cristianismo al mundo secular, razón por la cual comenzó a exponer sistemáticamente sus propuestas de un humanismo cristiano, para posibilitar el regreso de los pueblos a los valores cristianos, dejados de lado por la sociedad moderna[10]. En algunos de sus textos –Problemas espirituales y temporales de una nueva cristiandad, Para una filosofía de la persona humana, Humanismo integral-, resaltó el concepto de persona y el del hombre integral, en el marco de una revalorización de las masas populares como última reserva de la historia.
Por último, sin extendernos en detalle, porque excede el objetivo de esta presentación, no podemos dejar de mencionar la influencia que tuvo el Magisterio social de la Iglesia en la doctrina peronista. Esta temática abarca en particular la exposición sistemática sobre la “cuestión social” por parte de los Papas que gobernaron la Iglesia desde fines del siglo XIX en adelante: León XIII, Pío X, Benedicto XV, Pío XI, Pío XII y Juan XXIII. Estos pontífices sistematizaron y expusieron en varios textos específicos la enseñanza milenaria de la Iglesia respecto a la proyección social, económica y política de la doctrina evangélica, enseñanza que fue adaptada a los principios fundantes del justicialismo: la dignificación del hombre, la dignidad del trabajo humano, el destino universal de los bienes y el principio de la propiedad privada, la promoción y protección de la familia como unidad básica del tejido social, etc. 
 
B. De la España moderna el peronismo recoge el legado de su cultura, que es esencialmente una materialización popular y nacional de los valores cristianos.
La Argentina, y el peronismo como expresión de su ser nacional, no sólo tiene su origen histórico en la obra civilizadora de España en América, por la cual levantó ciudades, edificó universidades, difundió la cultura, formó hombres y fundió su sangre con la sangre americana, de tal forma que ganó un nuevo mundo –América- para la causa de la cultura occidental[11]. Argentina es esencialmente hispánica por la cultura que heredó de España a través de la religión, el Derecho y el idioma, todo lo cual impregnó al alma argentina de un claro sentido de la supremacía vivificante del espíritu, exaltando los valores espirituales por encima de los materiales, entre ellos el heroísmo (que Perón ha definido como sentido heroico de la vida), la actitud noble, la abnegación, la humildad, el ascetismo y el sentido idealista de la vida.
A lo largo de su historia, la España moderna fundió el alma de sus hijos en los viejos moldes de la cultura clásica griega y latina. A su vez, al fusionarse con lo autóctono de nuestras tierras, la cultura hispánico-indígena-criolla engendrada se insertó y ubicó en el gran mapa de la cultura occidental y latina.
La historia política de nuestra patria tiene como carácter distintivo y sustancial de su desenvolvimiento la lucha para liberarse del vasallaje y dependencia forjados por Inglaterra en América desde los comienzos de nuestro devenir histórico. Para forzar nuestro sometimiento político y económico, le ha sido “necesario” al imperialismo británico que nuestro pueblo fuese despojado de ese legado cultural hispánico-cristiano, reemplazado por divagaciones y elucubraciones exóticas que hicieron de nuestra literatura, de nuestra ciencia, de nuestro Derecho, de nuestra filosofía y de nuestro arte “formas híbridas, difusas y apagadas”, formas que disminuyeron el sentido de grandeza y el afán ascensional que anima a las verdaderas creaciones del espíritu y que le permiten adquirir atributos de universalidad y perennidad. A causa de esta decadencia espiritual y cultural es que fue marchitándose la riqueza espiritual que España nos legó con la Cruz y la Espada, en una forma tal que esa riqueza se convirtió en un montón irreconocible sin forma alguna. No es casual que los períodos de mayor sometimiento político y económico de nuestra patria coincidan con los períodos de mayor olvido de nuestra tradición histórica y cultural.
Para recuperar la Nación en forma íntegra y permanente, es fundamental reafirmar y restablecer el imperio de nuestra cultura nacional, forjado por el legado humanista greco-latino de la Antigüedad y el legado cristiano de la España moderna, asimilado e integrado a nuestra cultura indígeno-hispano-criolla. Dicho con palabras de Perón, si queremos ser libres e independientes jamás deberá ponerse el sol de nuestra cultura hispánica, ya que ésta es síntesis fecunda de la fusión del alma de la España peninsular con la cultura clásica greco-latina antigua, a su vez asimilada e integrada a la cultura de los pueblos indígenas que habitaban en América.
Es por eso que el peronismo en particular y los argentinos en general estamos llamados a realizar un esfuerzo supremo de renacimiento y recreación de nuestra alma nacional y de su cultura, con todo este caudal cultural heredado, porque “si la América olvidara la tradición que enriquece su alma, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España, quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez”[12].
 


[1] Juan Domingo Perón, “Entrega de pectoral a Monseñor Nicolás de Carlo”, 10 de abril de 1948.
[2] Juan Domingo Perón, La Comunidad Organizada, Capítulo II, p. 137.
[3] Juan Domingo Perón, “En la Comuna de Rosario”, Rosario, 29 de octubre de 1950.
[4] Juan Domingo Perón, “Clausura del V Congreso Eucarístico Nacional”, Rosario, 29 de octubre de 1950.
[5] Juan Domingo Perón, “En la Comuna de Rosario”, Rosario, 29 de octubre de 1950.
[6] Juan Domingo Perón, La Comunidad Organizada, Capítulo XX, p. 164.
[7] Juan Domingo Perón, Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, Segunda Parte, p. 77.
[8] Juan Domingo Perón, “Entrega de pectoral a Monseñor Nicolás de Carlo”, 10 de abril de 1948. En este sentido, el cristianismo profesado por el Peronismo es una “religión de humildad, de renunciamiento, de exaltación de los valores espirituales por encima de los materiales. Es la religión de los pobres, de los que sienten hambre y sed de justicia, de los desheredados”.
[9] Juan Domingo Perón, Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, Segunda Parte, pp. 77-78.
[10] Muchas de estas ideas fueron retomadas por los papas Pablo VI y Juan Pablo II, al proponer en las últimas décadas del siglo XX la evangelización de las culturas como estrategia misionera de la acción de la Iglesia.
[11] Las ideas que exponemos a continuación están extraídas de la exposición de Juan Domingo Perón, “En el Día de la Raza. Homenaje a don Miguel de Cervantes Saavedra”, Buenos Aires, 12 de octubre de 1947, y del “Discurso en el Homenaje tributado por las Universidades argentinas al otorgarle el título de Doctor ‘Honoris Causa’”, Buenos Aires, 14 de noviembre de 1947.
[12] Juan Domingo Perón, “En el Día de la Raza. Homenaje a don Miguel de Cervantes Saavedra”, Buenos Aires, 12 de octubre de 1947.


José A. Quarracino                                        Juan Carlos Vacarezza
Secretario Político                                               Secretario General
Movimiento “Primero la Patria”
 
[Publicado en Política del Sur, 19 de setiembre de 2017, Año 12 No. 552]

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