viernes, 24 de julio de 2020

La desigualdad en el mundo

Por el Dr. Juan Carlos Vacarezza*

El libro de Branko Milanovic, titulado Desigualdad mundial. Un nuevo enfoque para la era de la globalización (2018), desnuda un problema que está inmerso en la totalidad de los países.
Hoy la desigualdad es un problema no solo interno de cada país, sino un problema mundial, que toma dimensión a través de la globalización y del comercio mundial.
Normalmente se piensa en la desigualdad de ingresos, dentro de los límites de cada país, pero esto ya no es un fenómeno nacional, sino que es de carácter mundial.
La posibilidad de obtener información sobre las posibilidades económicas de otros pueblos en las distintas partes del mundo hace que se utilicen ciertos métodos para renegociar los salarios o ingresos con nuestros Jefes de Estado.
Para estudiar este fenómeno a nivel mundial, puede establecerse una investigación profunda y con datos de cada país, y en el transcurso de un cuarto de siglo observarse que el mundo se modificó muchas veces y los cambios marcaron esa desigualdad.
La Revolución industrial llevó al crecimiento de Europa y Estados Unidos. Ese crecimiento operó sobre los ingresos de los pueblos y también en forma contraria, a través del comercio mundial, causó dependencia de la compra de importaciones de otros países, destruyendo sus propios espacios de producción.
Más recientemente, a partir de la profundización de la globalización y mediante las mejores condiciones laborales para las empresas, surge el crecimiento en los países asiáticos, teniendo un gran impacto en la reducción de la desigualdad mundial.
En el año 1988, con la caída del muro de Berlín, las economías se integraron al sistema económico mundial, lo cual permitió la mejor recolección de datos para mostrar la realidad con respecto a la desigualdad mundial.
La disponibilidad de datos sólo se tiene desde la última década. De todos modos, por la simple observación del fenómeno mundial de la globalización, podemos inferir que los últimos 25 años nos permiten advertir las modificaciones del mundo a través de la desigualdad mundial, reflejado en los cambios políticos y económicos, declives o resurgimientos.
Las ganancias de la globalización no se distribuyeron de modo equitativo. Por el contrario, hay grupos concentrados que se quedaron con la mayor parte de las ganancias en las últimas décadas. Las ganancias de los ingresos de clase media fueron mayores que las ganancias del 1% más rico del mundo.
El ingreso real en 20 años de alta globalización entre 1988 y 2008; la gran integración de China con 1.000 millones de habitantes; la economía con su nueva planificación de la Unión Soviética y Europa del Este; y la India con sus reformas de 1990 que se integra al mundo, modifican los parámetros.
Este período estuvo acompañado por una revolución en las comunicaciones, lo cual permitió a las empresas instalar fábricas en distintos países del mundo, y eso no sólo aventajó en sus costos mejorando la producción, sino que también abrió puestos de trabajo en distintos países, con mejoras la ocupación en países de gran oferta laboral. Se dio entonces esta doble coincidencia: mercados periféricos dispuestos a abrirse y países del centro que pueden contratar mano de obra en países periféricos in situ. Las ganancias se distribuyeron de manera desigual, por ello muchos no ganaron nada en absoluto. Nueve de cada diez personas pertenecen a economías de los países asiáticos emergentes, principalmente de China, India, Tailandia, Vietnam e Indonesia. No son los más ricos, porque los ricos están en una posición más alta de la distribución del ingreso mundial. Son las personas que están en medio de la distribución de su propio país. Por ejemplo, el ingreso per capita de los dos deciles de la parte media (quinto y sexto) en la China urbana y rural se multiplicó por 3 y por 2,2 respectivamente entre 1988 y 2008. Estos grupos fueron “los ganadores de la globalización”. En Vietnam y Tailandia donde la población no se divide en urbana y rural, los ingresos reales medios crecieron más del doble. En Indonesia los salarios urbanos se duplicaron, y los salarios rurales aumentaron 80%. A estos sectores los llamamos “la clase media emergente del mundo”, los cuales no pueden compararse con las clases medias de los países desarrollados, porque son más pobres aquellos y tienen una deficiencia también en su educación. El 1% más rico del mundo pertenece al 12% de los estadounidenses y el crecimiento de sus ingresos se hizo más lento o se detuvo debido a la crisis financiera. Esto obedece a dos razones: en principio, la clase más alta del mundo se concentró aún más, y por otra parte los ingresos medios y medianos siguieron creciendo a nivel mundial. Es más que llamativo que una de las personas más ricas de Argentina, el señor Paolo Rocca, con una fortuna de miles de millones de dólares y que forma parte del pequeñísimo grupo que se ha beneficiado de la inequidad y concentración de la riqueza, haya invitado a brindar una conferencia a un académico con una visión de izquierda como el serbio Branko Milanovic. Lo peculiar se entiende si se tiene en cuenta que el Boletín Techint se ha caracterizado en sus 60 años de vida por publicar muy buenos ensayos y con criterio pluralista. Guillermo Hang, el director ejecutivo de la revista sostuvo que “la creciente desigualdad constituye un peligro para el capitalismo democrático”.
Milanovic comenzó la conferencia mostrando que en los últimos años la desigualdad de ingresos entre las personas en el mundo entero no ha aumentado, sino que ha disminuido. La explicación es que el impresionante incremento en los ingresos de China y otros países de enorme población, como India e Indonesia, hizo emerger una gran clase media mundial. Él lo denomina “el rebalanceo del mundo”. Pero de inmediato aclaró un punto central: la desigualdad mundial ha caído pero la desigualdad en el interior de los países ha aumentado y mucho, tanto si se mide por ingresos como por patrimonio. “Lo políticamente clave es que las personas perciben la desigualdad en sus países”. La concentración del ingreso reforzará el poder político de los ricos, y eso hará que los cambios a favor de los pobres en política tributaria, en el financiamiento de la educación pública y en el gasto en infraestructura resulte menos probable. Además agregó: “Si los individuos se preocupan más acerca de su posición relativa en donde viven que lo que pasa en China o en el mundo entero, esa percepción acerca de la creciente desigualdad neutraliza las ventajas de la caída en la desigualdad global. Y eso cobra preponderancia política”. Propone que el acceso a la educación sea ‘significativamente igualitario’. Eso quiere decir que no debe haber escuelas para ricos y otras para pobres, sino que cualquiera pueda elegir donde estudiar, independientemente de su condición social. Aun cuando entre los 7.500 millones de habitantes de la Tierra hay menos diferencia que antes, Milanovic aportó datos que revelan que de todas maneras la desigualdad es obscena.
Continuando con nuestro análisis sobre desigualdad, haremos hincapié sobre la educación y la forma de vida según ingresos:
  • 7 % de gente en el mundo vive en condiciones promedio como hace dos siglos.
  • 45 % como hace un siglo.
  • 33 % como hace 150 años.
  • Solo un 15 % goza del nivel de vida promedio que hoy tiene la humanidad.

ARGENTINA INGRESOS EN 2014

ARGENTINA INGRESOS EN 2018


Hay que explicar las causas del fenómeno, que a la vez se potenciarán si la política no introduce cambios en el capitalismo.
  • “Los ingresos de capital están y seguirán estando muy concentrados”.
  • “Aquellos que obtengan altos ingresos de capital y del trabajo serán las mismas personas, lo que exacerbará la desigualdad”.
  • “Los individuos altamente especializados y ricos en capital y en trabajo tenderán a casarse entre sí”.

Para agregar otras opiniones

Autor del libro El gran escape, el británico Angus Deaton es uno de los mayores expertos en economía del bienestar, salud y pobreza a nivel mundial. Distinguido por el uso innovador del análisis de datos de hogares para establecer relaciones entre los comportamientos humanos individuales y los procesos sociales, su trabajo se basa en datos del mundo real para contribuir con el pensamiento económico a gran escala.
Dijo en una conferencia que “los patrones históricos que moldean a los países en desarrollo indican que la desigualdad de ingresos es a menudo una consecuencia del progreso.
Los avances en medicina y tecnología que promueven la vida saludable y permiten escapar de la indigencia son negados a aquellos que no pueden pagarlos. Esto inhibe la movilidad ascendente y amplia la brecha entre hogares ricos y pobres”.
Una de las políticas públicas más importantes orientadas a la infancia, la Asignación Universal por Hijo (AUH), ha cumplido diez años. Se trata de una transferencia de ingresos que ha alcanzado una extensa cobertura sobre los sectores sociales más precarizados e informales en su relación con el mercado de trabajo, y ha procurado alcanzar un mínimo de equidad en relación con sus pares, los hijos de trabajadores formales.
No obstante, esta transferencia de ingresos en el contexto de una economía que no crece, recesiva, estancada en su capacidad de crear empleos y con una sostenida y creciente inflación, se torna claramente insuficiente para evitar el incremento de la pobreza infantil. En este sentido, es importante señalar que hasta el 2017 se conjeturaba que dicha transferencia tenía la capacidad de evitar el aumento de la indigencia, sin embargo, en el último período interanual dicha hipótesis dejó de ser plausible. No sólo se registra un incremento de la indigencia en la infancia de 3,3 p.p. según el último reporte oficial (INDEC, 2018 y 2019), sino que otros indicadores directos de pobreza extrema, como la inseguridad alimentaria, también registraron un incremento muy significativo entre 2017 y 2018.
Según registros propios, el riesgo alimentario extremo en la infancia pasó de 9,6% a 13% en el último período interanual y ello ocurrió pese a la actualización del valor de la AUH y la ampliación de la cobertura alimentaria en comedores escolares y comunitarios que entre 2016 y 2017 se elevó en 5,2 p.p. llegando al 36,1% de la infancia en 2017 y 36,6% en 2018 (Tuñón y Poy, 2018).
En resumen, la actual situación de crisis socioeconómica una vez más está golpeando con especial crudeza a niños, niñas y adolescentes. Es claro que la vida de los niños/as y adolescentes se ve limitada por las condiciones económicas de sus hogares y la situación socio-ocupacional de los adultos de referencia, pero también transcurre y se desarrolla en relación con ciertas estructuras de oportunidades en el espacio de la educación, de la atención de la salud, y en procesos de cuidado, crianza y socialización primaria en los hogares y, a medida que crecen, en la escuela, barrio u otros contextos secundarios.
Con este aporte podemos saber cuál va a ser el destino de una parte de nuestra población si no tomamos cartas en el asunto y no comenzamos a instalar la idea de no inundar con subsidios escasos, sin tener un plan de reemplazo con ingreso al sistema de trabajo para que la producción nos entregue su resultado y eso se transforme en progreso para un país con esta gran deuda social.

*Juan Carlos Vacarezza es economista y profesor de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
Artuculo publicado originalmente en Mundo Mutual a través del sitio web: www.economiasolidaria.com.ar