miércoles, 21 de diciembre de 2016

LA PROFECÍA DE PERÓN: EL RESURGIR NACIONAL

LA PROFECÍA DE PERÓN: EL RESURGIR NACIONAL
 
 
 
 En estos últimos años ha sido notable el resurgir del sentimiento nacional en varias naciones de Europa. Hungría y Polonia representan los casos paradigmáticos de este resurgimiento de lo nacional, recuperando sus profundas raíces cristianas, las cuales han modelado su devenir histórico. Este renacer nacional constituye en última instancia la respuesta de los pueblos frente al avasallamiento político, social y económico impuesto por el poder financiero internacional mediante la globalización impulsada desde la década del ’70 en adelante, globalización que ha significado una brutal concentración de la riqueza mundial en muy pocas manos y un empobrecimiento cada vez mayor de gran parte de la humanidad. Los informes anuales emitidos desde el 2010 por el Credit Suisse pone en evidencia este brutal proceso de acumulación de la riqueza, al mostrar que el 0,7% de la población adulta mundial posee el 44% de la riqueza global. Un reciente informe de una ONG británica, Oxfam, ha sostenido que la economía mundial está diseñada para que la usufructúe el 1% de la población mundial, pero definiendo lapidariamente que “este proceso debe ser detenido y modificado radicalmente” (210 Oxfam Briefing Paper, An Economy for the 1%, Enero 2016).
Parafraseando a Karl Marx, bien se puede decir que un fantasma recorre Europa: el fantasma del nacionalismo. Por un lado, los voceros del capitalismo liberal juzgan como un retroceso este resurgir nacional, al poner en peligro el proceso de globalización. Pero por otro lado, también los voceros del reaccionario progresismo pseudo-revolucionario condenan este despertar de lo nacional, al juzgarlo como una expresión aggiornada del fascismo o del nazismo.
Pero no sólo en Europa ha despertado el nacionalismo. La reciente victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos se ha basado en gran parte en su apelación al orgullo nacional y a la recuperación de Estados Unidos como nación, frente a la prédica internacionalista e imperialista de su contrincante demócrata.
El analista Jorge Castro ha afirmado recientemente que “ha terminado una fase de la globalización”, la de los procesos globales de producción, en los que el proceso intensivo de industrialización se trasladó de los países avanzados a los emergentes, en especial a China, país que alcanzó un nivel de competitividad excepcional a nivel global y los niveles de rentabilidad más elevados de la historia del capitalismo. Como contrapartida, los países desarrollados, y en especial Estados Unidos, han sufrido un “ruinoso proceso de desindustrialización”. Pero según este analista surge ahora “un nuevo sistema de producción global completamente horizontalizado, en el que se compite a través de la innovación y en el que el capital es básicamente intelectual”, y que constituye un nuevo mecanismo de acumulación nacional, en el cual los dos únicos protagonistas son China y Estados Unidos (Jorge Castro, “Fase nacional de la globalización”, en Clarín-Ieco, 20 de noviembre de 2016, en http://www.ieco.clarin.com/economia/Fase-nacional-globalizacion_0_1689431149.html).
Como en otros tantos temas hoy de importancia fundamental, Juan Domingo Perón anticipó hace más de 40 años que este proceso de globalización (al que él denominaba de universalización) iba a estar en tensión y conflicto con el sentimiento nacional de los pueblos y gobiernos del mundo.
En las “Conclusiones y Aperturas” del Modelo Argentino del Proyecto Nacional, Perón afirma que la Argentina está llamada a ser una nación autónoma y plena, en medio de un proceso de universalización que puede llevar a formas integradas en el orden político, económico y social. Para Perón se trata de “un nuevo renacimiento” que debe ser llevado a cabo por los pueblos mismos, para no caer en las redes de decisiones arbitrarias ajenas a sus necesidades. Fiel a su esencia humanista y cristiana, este planteo peronista de integración popular universal está en línea con el pensamiento de la Iglesia Católica expresado en el documento Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, que propone “un orden político, económico y social que esté más al servicio del hombre y le permita a cada uno y al grupo afirmar y cultivar su propia dignidad”.
En consecuencia, la sutil y difícil tarea de los hombres del futuro es “lograr una integración que no consista en una nueva forma enmascarada de imperialismo” y “compatibilizar el universalismo con la indispensable preservación de la identidad de los pueblos”. Esta ardua labor exige robustecer desde ya una profunda cultural nacional “como único camino para consolidar el ser nacional y para preservar su unidad en los tiempos que se avecinan”.
La historia nos muestra que el proceso de universalización fue llevado a cabo en forma inexorable por el imperialismo financiero internacional a través de dispositivos políticos y económicos como el Grupo Bilderberg, la Comisión Trilateral, el Consejo de las Américas, el Diálogo Interamericano, el Council on Foreign Relations/CFR, el Royal Institute of Foreign Affairs/RIIA (británica), para beneficio exclusivo de la ultraminoritaria plutocracia angloamericana dueña de las principales empresas multinacionales que dominan la economía mundial.
Para Perón, la única posibilidad de sumarse a este proceso de universalización consistía en llevar a cabo una política que nos permitiera ser más argentinos que nunca. Este proceso de argentinización e integración al mundo fue frustrado e impedido tanto por el nefasto Proceso de 1976-1983 como los posteriores desgobiernos “democráticos” hasta la fecha, a través de un falso enfrentamiento liberalismo-progresismo que nos ha llevado a la situación de postración actual en la que nos encontramos, con un pejotismo domesticado y aggiornado y un movimiento nacional impotente para articular la política de unión nacional y de liberación y reconstrucción nacional que la Argentina está llamada a realizar para avanzar con dignidad hacia el futuro de grandeza que es irrenunciable como mandato histórico.
Lamentablemente, frente a esta visión de grandeza de Perón, la única vigente hoy en día, casi toda nuestra dirigencia “nacional” está afectada de una atroz miopía torpe impregnada de mediocridad imperante en todos los niveles y se encuentra enfrascada en disputas inútiles, inoperantes e intrascendentes para repartirse las migajas del saqueo que llevan adelante las multinacionales dueñas de nuestro país.
En el colmo de la estupidez y de la sensatez, los actuales gobernantes pretenden dirigir la Argentina imitando al Sai Baba, frente a una pretendida dirigencia opositora que se cree revolucionaria y popular bajando de Puerto Madero y Las Canitas, y frente a una dirigencia social que embolsa millones de pesos en provecho propio eternizando la miseria y la exclusión de millones de hermanos, simulando una “lucha” contra una oligarquía local y silenciando la presencia imperante de la oligarquía angloamericana internacionalista.
No es con política de sacristía infectada de internacionalismo ni con rejuntes de estafadores ideológicos que los argentinos podremos reconstruir y liberar nuestra querida patria argentina, sino fortaleciendo y promoviendo nuestro ser nacional, humanista y cristiano, bajo la visión estratégica de Juan Perón, más vigente que nunca.
     
 
            José A. Quarracino                                           Juan Carlos Vacarezza
Subcoordinador general                         Coordinador General
Movimiento “Primero la Patria”