LA PROFECÍA DE PERÓN: EL
RESURGIR NACIONAL
En estos últimos años ha
sido notable el resurgir del sentimiento nacional en varias naciones de Europa.
Hungría y Polonia representan los casos paradigmáticos de este resurgimiento de
lo nacional, recuperando sus profundas raíces cristianas, las cuales han
modelado su devenir histórico. Este renacer nacional constituye en última
instancia la respuesta de los pueblos frente al avasallamiento político, social
y económico impuesto por el poder financiero internacional mediante la
globalización impulsada desde la década del ’70 en adelante, globalización que
ha significado una brutal concentración de la riqueza mundial en muy pocas
manos y un empobrecimiento cada vez mayor de gran parte de la humanidad. Los
informes anuales emitidos desde el 2010 por el Credit Suisse pone en evidencia
este brutal proceso de acumulación de la riqueza, al mostrar que el 0,7% de la
población adulta mundial posee el 44% de la riqueza global. Un reciente informe
de una ONG británica, Oxfam, ha sostenido que la economía mundial está diseñada
para que la usufructúe el 1% de la población mundial, pero definiendo
lapidariamente que “este proceso debe ser detenido y modificado radicalmente” (210
Oxfam Briefing Paper, An Economy for the
1%, Enero 2016).
Parafraseando a Karl
Marx, bien se puede decir que un fantasma
recorre Europa: el fantasma del nacionalismo. Por un lado, los voceros del
capitalismo liberal juzgan como un retroceso este resurgir nacional, al poner
en peligro el proceso de globalización. Pero por otro lado, también los voceros
del reaccionario progresismo pseudo-revolucionario condenan este despertar de
lo nacional, al juzgarlo como una expresión aggiornada
del fascismo o del nazismo.
Pero no sólo en Europa ha
despertado el nacionalismo. La reciente victoria electoral de Donald Trump en
Estados Unidos se ha basado en gran parte en su apelación al orgullo nacional y
a la recuperación de Estados Unidos como nación, frente a la prédica
internacionalista e imperialista de su contrincante demócrata.
El analista Jorge Castro
ha afirmado recientemente que “ha terminado una fase de la globalización”, la
de los procesos globales de producción, en los que el proceso intensivo de
industrialización se trasladó de los países avanzados a los emergentes, en
especial a China, país que alcanzó un nivel de competitividad excepcional a
nivel global y los niveles de rentabilidad más elevados de la historia del
capitalismo. Como contrapartida, los países desarrollados, y en especial
Estados Unidos, han sufrido un “ruinoso proceso de desindustrialización”. Pero
según este analista surge ahora “un nuevo sistema de producción global completamente horizontalizado, en el
que se compite a través de la innovación y en el que el capital es básicamente
intelectual”, y que constituye un nuevo
mecanismo de acumulación nacional, en el cual los dos únicos protagonistas son
China y Estados Unidos (Jorge Castro, “Fase nacional de la globalización”, en Clarín-Ieco, 20 de noviembre de 2016, en
http://www.ieco.clarin.com/economia/Fase-nacional-globalizacion_0_1689431149.html).
Como en otros tantos temas hoy de importancia
fundamental, Juan Domingo Perón anticipó hace más de 40 años que este proceso
de globalización (al que él denominaba de universalización) iba a estar en tensión
y conflicto con el sentimiento nacional de los pueblos y gobiernos del mundo.
En las “Conclusiones y Aperturas” del Modelo Argentino del Proyecto Nacional,
Perón afirma que la
Argentina está llamada a ser una nación autónoma y plena, en
medio de un proceso de universalización que puede llevar a formas integradas en
el orden político, económico y social. Para Perón se trata de “un nuevo
renacimiento” que debe ser llevado a cabo por los pueblos mismos, para no caer
en las redes de decisiones arbitrarias ajenas a sus necesidades. Fiel a su
esencia humanista y cristiana, este planteo peronista de integración popular universal
está en línea con el pensamiento de la Iglesia Católica expresado en
el documento Gaudium et Spes, del
Concilio Vaticano II, que propone “un orden político, económico y social que
esté más al servicio del hombre y le permita a cada uno y al grupo afirmar y
cultivar su propia dignidad”.
En consecuencia, la sutil y difícil tarea de los
hombres del futuro es “lograr una integración
que no consista en una nueva forma
enmascarada de imperialismo” y “compatibilizar
el universalismo con la indispensable preservación de la identidad de los
pueblos”. Esta ardua labor exige robustecer
desde ya una profunda cultural nacional “como único camino para consolidar
el ser nacional y para preservar su unidad en los tiempos que se avecinan”.
La historia nos muestra que el proceso de
universalización fue llevado a cabo en forma inexorable por el imperialismo financiero
internacional a través de dispositivos políticos y económicos como el Grupo Bilderberg,
la Comisión
Trilateral, el Consejo de las Américas, el Diálogo
Interamericano, el Council on Foreign Relations/CFR, el Royal Institute of
Foreign Affairs/RIIA (británica), para beneficio exclusivo de la
ultraminoritaria plutocracia angloamericana dueña de las principales empresas
multinacionales que dominan la economía mundial.
Para Perón, la única posibilidad de sumarse a este
proceso de universalización consistía en llevar a cabo una política que nos permitiera ser más argentinos que nunca.
Este proceso de argentinización e integración al mundo fue frustrado e impedido
tanto por el nefasto Proceso de 1976-1983 como los posteriores desgobiernos
“democráticos” hasta la fecha, a través de un falso enfrentamiento
liberalismo-progresismo que nos ha llevado a la situación de postración actual
en la que nos encontramos, con un pejotismo domesticado y aggiornado y un
movimiento nacional impotente para articular la política de unión nacional y de
liberación y reconstrucción nacional que la Argentina está llamada a
realizar para avanzar con dignidad hacia el futuro de grandeza que es
irrenunciable como mandato histórico.
Lamentablemente, frente a esta visión de grandeza de Perón,
la única vigente hoy en día, casi toda nuestra dirigencia “nacional” está
afectada de una atroz miopía torpe impregnada de mediocridad imperante en todos
los niveles y se encuentra enfrascada en disputas inútiles, inoperantes e
intrascendentes para repartirse las migajas del saqueo que llevan adelante las
multinacionales dueñas de nuestro país.
En el colmo de la estupidez y de la sensatez, los
actuales gobernantes pretenden dirigir la Argentina imitando al Sai Baba, frente a una
pretendida dirigencia opositora que se cree revolucionaria y popular bajando de
Puerto Madero y Las Canitas, y frente a una dirigencia social que embolsa
millones de pesos en provecho propio eternizando la miseria y la exclusión de
millones de hermanos, simulando una “lucha” contra una oligarquía local y
silenciando la presencia imperante de la oligarquía angloamericana internacionalista.
No es con política de sacristía infectada de
internacionalismo ni con rejuntes de estafadores ideológicos que los argentinos
podremos reconstruir y liberar nuestra querida patria argentina, sino
fortaleciendo y promoviendo nuestro ser nacional, humanista y cristiano, bajo
la visión estratégica de Juan Perón, más vigente que nunca.
José A.
Quarracino Juan
Carlos Vacarezza
Subcoordinador
general Coordinador
General
Movimiento
“Primero la Patria”