sábado, 24 de junio de 2017

NO LLORAR COMO NENAS LO QUE NO SABEMOS DEFENDER COMO HOMBRES

NO LLORAR COMO NENAS LO QUE NO SABEMOS DEFENDER COMO HOMBRES
 
 


El mes de junio es un mes cargado de acontecimientos inolvidables en la memoria del Justicialismo y de la Patria Grande Hispanoamericana.



4 de junio. En este día se conmemoran dos momentos fundamentales de nuestra historia nacional. Por un lado, el pronunciamiento del Grupo Obra de Unificación en 1943, impulsado en gran medida por el entonces Coronel Perón, que históricamente resultó ser el punto de partida de la obra de gobierno más revolucionaria que se haya vivido en la Argentina, tan importante que ha representado el eje que dividió la historia nacional en un antes y un después, y que políticamente significó el período de efectiva independencia frente a la histórica dominación ejercida por Inglaterra/Gran Bretaña sobre nuestro querido país, desde los comienzos mismos de nuestra vida como Nación.
La lectura de la Proclama Revolucionaria dirigida al “Pueblo de la Nación Argentina” evidencia la notable actualidad de ese pronunciamiento y, por contrapartida, nos muestra dolorosamente el retroceso histórico-cultural que hoy nos impregna, en tanto y en cuanto el diagnóstico invocado permanece inmutable: “Se han defraudado las esperanzas de los argentinos, adoptando como sistema la venalidad, el fraude, el peculado y la corrupción. Se ha llevado al pueblo al escepticismo y a la postración moral, desvinculándose de la cosa pública, explotada en beneficio de siniestros personajes movidos por la más vil de las pasiones”. Todo parecido con la realidad actual es lamentable y absolutamente real. Hoy, al igual que en 1943, el deber de la hora nos llama a todos los argentinos y conciudadanos de bien a salir en defensa de los sagrados intereses de la patria y a reclamar para ello la abnegación como conducta, porque no hay gloria sin sacrificio; a propugnar la honradez administrativa, la unión de todos los argentinos, la restitución al Estado de todos los bienes mal habidos por quienes no se cansaron de robar y esquilmar la riqueza pública, a trabajar firmemente por la unidad del pueblo argentino, contra las divisiones estúpidas, inoperantes, intrascendentes y fraudulentas que impulsaron tanto el liberalismo sin patria como el progresismo rapaz y mercenario, antagónicos en la superficie pero unidos en su labor disolvente de lo nacional al servicio del imperialismo internacional del dinero (vigencia de la Ley de Entidades Financieras de Videla-Martínez de Hoz, el respeto “sagrado” al endeudamiento externo, la estafa criminal de YPF/Chevron, etc.).



En este mismo día, pero de 1846, los argentinos tenemos que reivindicar un acontecimiento que tanto la versión mitrista oficial de nuestra historia patria como la dominación cultural pro-británica de nuestros intelectuales cipayos seudo-revolucionarios han ocultado y negado hasta hoy: la victoria de las tropas federales de la Nación -comandadas por el general Lucio V. Mansilla, el Teniente Coronel Juan Bautista Thorne y el Teniente Coronel Martín Isidoro de Santa Coloma y Lezica- sobre la marina franco-británica invasora, en la batalla de la Angostura-Punta del Quebracho, 35 km. al norte de la ciudad de Rosario de Santa Fe, batalla que reivindicó, vengó y culminó la heroica resistencia de esas mismas tropas federales en la Vuelta de Obligado el 20 de noviembre de 1845.
En el plano histórico-cultural, el poder imperialista anglosajón imperante en nuestra patria no ha podido ocultar la grandeza de la resistencia argentina en Obligado en 1845, pero sí ha logrado ocultar y hacernos desconocer la victoria total lograda en 1846 en Angostura del Quebracho. Es hora de rescatar del olvido esta gesta, que nos muestra y demuestra que por más poder material que tenga el imperialismo dominante, en definitiva es vencible, cuando el espíritu patrio sabe ponerse de pie y luchar hasta el final.




12 de junio. Fecha importante en nuestra memoria, el día en el que Juan Domingo Perón pronunció su último discurso ante el pueblo reunido, en 1974, poco antes de morir, el que resultó ser su discurso de despedida física. Entre otros, siguen vigentes sus conceptos de “tomar en nuestras manos la responsabilidad de defender la Patria”, no los negocios, negociados y robos a mansalva; “no defender otra causa que no sea la causa del pueblo”, no la del enriquecimiento personal a costa del empobrecimiento masivo; “imponer la verdad”, no a través del miedo sino de la comprensión; “trabajar para la reconstrucción y liberación del país hasta el último aliento”, no de los mercenarios y mercachifles de la política.
Bien haremos los que nos decimos seguidores del general Perón leer y escuchar una y otra vez su último discurso terrenal, para no olvidar ni traicionar su ejemplo y su entrega a la causa del Pueblo. Y no olvidar nunca que este gran patriota murió con el mismo patrimonio con el que empezó su vida política: no murió multimillonario, ni él, ni sus ministros ni sus funcionarios.


20 de junio. Flecha gloriosa en nuestra historia, en 1973, cuando Perón retorna en forma definitiva a la Argentina, poniendo punto final a 17 años de exilio oprobioso. Primera vez en la historia argentina que un líder político puede retornar al suelo patrio y seguir bregando por la felicidad de su pueblo y la grandeza de la Nación. Muchos habrán sido testigos presenciales de ese gran acontecimiento, y habrán sido partícipes de esa inmensa marea humana que fue al encuentro del General ese día, a mostrarle que su fidelidad y su lealtad estaban no sólo intactas sino que eran más fuertes que nunca. Lamentablemente, el germen del desencuentro interno que iba a terminar bastardeando el ideal de unidad nacional de Perón impidió el encuentro personal del líder y del pueblo que fue a recibirlo. Esto no impidió que Perón pudiera hablar a la Nación Argentina al día siguiente, expresando conceptos que tienen una absoluta vigencia en la actualidad y que conviene refrescar: “la situación gravísima del país”, que exigía “la participación y colaboración de todos en su reconstrucción”; “la revolución” que había que realizar, “en paz y sin que cueste la vida de un solo argentino”; ordenar las mentes y los espíritus; “reconstruir al Estado, con los mejores hombres –no con delincuentes ni ladrones de fondos públicos- y “acopiando la mayor cantidad de materia gris –no adulones, no obsecuentes, no ladrones ni valijeros-; que los que ocupan los cargos públicos los honren, no que los roben ni los bastardeen; “forjar una paz constructiva, para no sucumbir como Nación”; que “cada argentino, piense como piense y sienta como sienta, tiene el inalienable derecho a vivir en seguridad y pacíficamente”, mientras que “el Gobierno tiene la insoslayable obligación de asegurarlo”; llegar a ser “una sola clase de argentinos, los que luchan por la salvación de la Patria, gravemente comprometida en su destino por los enemigos de afuera y de adentro”; reafirmar la identidad justicialista, según las 20 verdades peronistas siempre vigentes y manteniendo el credo doctrinario; “obrar con la mayor grandeza, pensando en el futuro y en la grandeza de la Patria”, no en los negocios, en los sobres bajo la mesa ni en los cargos públicos como botín de guerra y como bien de familia.



9-12 de junio. En estos días, pero de 1956, un grupo de compatriotas, civiles y militares, pagaron con su vida y con su sangre el intento de desalojar a la camarilla que unos meses antes había derrocado al gobierno constitucional del general Perón y había vuelto a poner a la Argentina en manos del Imperio Británico y de sus instrumentos financieros y comerciales de dominación, control y saqueo de la riqueza nacional. 27 argentinos que no dispararon un solo tiro, pero que fueron fusilados sin ningún juicio previo y aplicándoseles salvajemente leyes marciales en forma retroactiva.
Pareciera que la Providencia Divina hubiera dispuesto los acontecimientos de tal forma, para que nos ayuden a recordar que ella y los grandes hombres y mujeres de nuestra historia patria, argentina e hispanoamericana, nos muestran el camino de la gloria, pero recordando siempre que ese sendero que podemos recorrer  está forjado por la sangre derramada por quienes no dudaron en ofrendar sus vidas para que nuestro hogar argentino viva y nos cobije siempre.
No es casual que en estos últimos tiempos estas fechas pasen desapercibidas para la mayoría de los argentinos, obnubilados y enceguecidos por el desfile marketinero y el “casting” de cientos de personajes que se proponen cómo “lo nuevo”, “el cambio” o “la renovación”, pero que en el fondo o bien son culpables de la decadencia y degradación nauseabundas que hoy nos agobian, o bien han sido cómplices o responsables de las frustraciones a la que hemos sido arrastrados. Unos hablan de “combatir a la pobreza”, pero haciendo ricos a los más ricos, mientras otros hablan de “hacer frente al ajuste liberal del gobierno”, pero aumentando un 60-70% las tasas en los municipios convertidos en sus feudos privados.
Muchos se jactan de ser “nacionales y populares”, pero sólo han sabido ser artífices de su propio enriquecimiento personal e instrumentos del empobrecimiento colectivo. Olvidando a Perón y su legado han convertido al justicialismo en una franquicia comercial y han hecho de la política un bien de familia y fuente de enriquecimiento muchas veces injustificado.
En sus clases de Historia del Peronismo, Eva Perón enseñaba que el 17 de octubre de 1945 el pueblo argentino había vencido para siempre a la oligarquía, y que de allí en más el pueblo sólo iba a poder ser derrotado si se dejaba ganar por el espíritu oligarca, por creerse más de lo que se es realmente (7ª Verdad Peronista).
Hoy nos “desgobiernan” muchos de esos oligarcas, mediocres y arribistas, pero ha pasado el tiempo de llorar y lamentarse, porque ha llegado la hora que los argentinos nos hagamos cargo de los destinos de nuestra Patria y aportemos lo mejor de nosotros, para forjar la reconstrucción moral y espiritual de nuestra Patria y de nuestro pueblo, y así lograr más temprano que tarde que los mejores hombres, nutridos de valores en plenitud puedan hacerse cargo de conducir los destinos de la Nación, como pidió Perón el 21 de junio de 1973.  .
Conmemorar estas fechas de junio nos pueden ayudar a enriquecer el alma y el corazón, dejándonos inspirar por los grandes ejemplos patrios y dejándonos impregnar de la sangre que algunos han pagado para que otros podamos gozar. Así, enriquecidos espiritualmente y bautizados en esa sangre generosamente donada, sabemos ser artífices del destino común y no instrumentos de la ambición de nadie.
             
 
José A. Quarracino                                           Juan Carlos Vacarezza
Secretario Político                                                   Secretario General
 


[Publicado en Política del Sur, 13 de junio de 2017, Año 11 No. 539]